Botiquines
Un botiquín es un elemento físico (maleta, armario, bolsa o caja)
que contiene medicamentos y material sanitario destinados a los
primeros auxilios o para tratar las dolencias, molestias,
síntomas leves o comunes que puedan cursar en el ámbito
doméstico, sanitario, empresarial o privado.
El primer botiquín moderno fue desarrollado en 1828 por el
médico alemán Whilhelm Wienerschnitzel, quien se asoció con el
ingeniero industrial ruso Dimitri Ivanovich Votikyn para
realizar una producción grande de cajas con instrumentos básicos
para dar los primeros auxilios. Sin embargo, éste decidió ir por
libre, se apropió de la patente e impuso su apellido a la
invención. Tras tres años de investigación y experimentación,
Votikyn desarrolló el primer modelo que podía ser cargado a la
espalada y que contenía medicinas en ampollas, botellas de
bolsillo y una camilla desarmable con una manta.
En realidad, este recurso básico ya fue utilizado en el
Antiguo Egipto y luego fue pasado a los griegos y romanos. Su
única función era facilitar el transporte de instrumentos
médicos y se llamaba: "la caja del serrucho", pues allí se
depositaba un gran serrucho para cortar huesos.
Por lo tanto es la herramienta necesaria para poder llevar a
cabo los primeros auxilios, una práctica que está documentada en
896 a.c. con la primera reanimación exitosa y la técnica del
boca a boca que se describe en los jeroglíficos mayas. Aunque
parece que la primera vez que se organizó como tal fue en un
campo de batalla del norte de Italia. El 24 de junio de 1859,
Henry Dunant, un joven hombre de negocios de Ginebra, Suiza,
presenció horrorizado el sufrimiento y la agonía tras la batalla
de Solferino. Entonces, organizó a los vecinos del pueblo para
tratar y atender a todos los soldados heridos independientemente
del bando en el que combatían.
En EE.UU el botiquín de primeros auxilios puede tiene sus raíces
en la industria ferroviaria. El fundador de Johnson & Johnson
Company trabajó con Denver & Rio Grande Railway para establecer
un nuevo producto que mejoraría enormemente la salud de los
trabajadores que construyen el ferrocarril en el estado
Colorado. La idea tuvo tanto éxito que llevó a que Johnson
vendiera una línea completa de kits, no solo utilizados por los
ferrocarriles sino también en otras industrias y el público en
general.
Intervenir de inmediato y aplicar las técnicas apropiadas,
mientras llega la ayuda profesional, puede reducir
considerablemente heridas y muertes, así como su impacto en
situaciones de desastre y emergencias cotidianas.
En el caso de los ferrocarriles se dan varias circunstancias que
hacen obligatoria la existencia de
procedimientos de primeros
auxilios y el uso de botiquines. En
primer lugar, porque al ser un servicio público y colectivo
estan expuestos a cualquier tipo de accidente o enfermedad leve
de los viajeros, razón por la cual, tanto los trenes como las
estaciones debían contar con existencias de este tipo de equipos.
Por otro lado, desde los inicios del ferrocarril y hasta la
actualidad, el espacio de trabajo ferroviario en el que se
utiliza todo tipo de maquinaria era un requerimiento que los
talleres, oficinas, estaciones e instalaciones comunes contaran
con botiquines y que
los trabajadores recibieran nociones de
primeros auxilios.
En la
Estadística Médica de la Compañía de los Ferrocarriles de
Barcelona a Tarragona y Francia, aparecen
algunos datos sobre la existencia del material sanitario con el
que contaba la empresa. Concretamente cada tren, tanto de
viajeros como de mercancías, estaba dotado con un botiquín, y en
las estaciones se depositaba un botiquín fijo, además de
camillas con mantas e impermeables, no aporta más datos sobre la
composición y gestión de los mismos.
Sin embargo la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte en la
Instrucción General número 3 sobre el Servicio Sanitario de la
Compañía, fechada en 1900, ofrece una información más detallada
sobre este tipo de equipamientos. En el
capítulo dedicado al
material del servicio sanitario establece
que este material se compondrá de botiquines con caja de
amputación, botiquines sin caja de amputación, camillas y
aparatos para el examen de la vista.
Cada sección médica debía contar con un número de botiquines de
cada clase y una cantidad de camillas que serían distribuidas de
acuerdo a la clase de las estaciones. Los botiquines con caja de
amputación se distribuían en las estaciones dónde se localizaba
el jefe médico de la sección, en las estaciones de empalme y en
las de origen y término, en aquellas donde se hacía formación de
trenes, en determinados coches de socorro y en depósitos de
material y talleres, es decir donde había mayor volumen de
tráfico o se realizaban trabajos con maquinaria.
Todo el material sanitario estaba inventariado y eran
responsabilidad de los agentes encargados de la custodia, hasta
el punto de que en caso de faltar algún instrumento, objeto o
medicamento, se descontaba de su sueldo el valor de los mismos.
En los talleres, depósitos y estaciones los botiquines estaban
cerrados con llave bajo la custodia del responsable y en el caso
de que tuviera caja de amputación, ésta también permanecía
cerrada y sólo el médico de sección tenía la llave.
Cuando el botiquín era utilizado el responsable del mismo tenía
que hacer una relación de los medicamentos y objetos utilizados
así como la fecha en que se hayan empleado, el documento se
tenía que entregar al médico de sección para que autorizara y
procediera a la reposición. Los médicos de sección eran los
encargados de inspeccionar el estado y el uso correcto de los
botiquines e informar periódicamente al jefe médico del servicio.
La
reposición de los medicamentos y objetos se realizaba en las farmacias con las que existía acuerdo
para el aprovisionamiento. Los pedidos los realizaba el médico
de sección que era el encargado de gestionar la facturación. El
servicio contaba con algunos depósitos de material en el que
almacenaban algunos documentos y objetos para poder abastecer
con mayor rapidez los botiquines. En el caso de que los
botiquines necesitaran una gran reparación o la reposición de
algunos objetos o la mitad del total de medicamentos del
inventario, se llevaba a cabo en el depósito del material del
Servicio Sanitario de Madrid.
Todos los trenes de viajeros y los mixtos debían ir provistos de
un botiquín transportable. Los maquinistas del tren, o los
guardafrenos autorizados, eran los responsables de su custodia.
Antes de la salida de cada tren debían recoger en la estación de
salida, junto con el equipo de ruta, el botiquín correspondiente,
y debían comprobar que estaba precintado y por lo tanto completo.
Cada botiquín tenía un número que debía ser consignado en la
hoja de ruta. Si los maquinistas o guardafrenos de reserva se
hacían cargo de un tren de viajeros también se hacían cargo del
botiquín del mismo y lo tenían que entregar al final del
servicio en las mismas condiciones.
La
Compañía de los Ferrocarriles de Madrid a Zaragoza y a
Alicante (Compañía MZA) también tenía
clasificados sus botiquines en tres series. La serie A o
botiquines de trenes estaba a cargo de los jefes de tren. La
serie B eran los botiquines de las estaciones de 2ª y 3ª clase,
y la serie C en las estaciones de 1ª clase. Los botiquines de la
serie A eran entregados por parte del Servicio Sanitario a los
maquinistas, que firmaban el correspondiente recibo, dándoles la
llave del candado con el que se cerraba cada botiquín para
evitar posibles sustracciones del material contenido. Además
cada uno llevaba una chapa con su número respectivo al objeto de
poder llevar un registro de los mismos, con el nombre de sus
depositarios. Cada conductor tenía su botiquín, y en caso de
enfermedad a ausencia podía entregar la llave del candado a su
guardafrenos. En los casos de los trenes especiales existía un
depósito de seis u ocho botiquines para asignar a los mismos.
Los botiquines de las estaciones, los de las series B y C
estaban a cargo de los jefes de estación. Mensualmente enviaban
al jefe del Servicio Sanitario un impreso para solicitar la
reposición de las faltas observadas en vendajes o medicamentos.
En 1915 existían 93 botiquines de la serie A, 100 de la clase B
y 18 de la serie C.
En 1925 se aprobó el
Reglamento Sanitario de Vías Férreas
que hacía obligatorio que cualquier tren que
llevara viajeros debía ir provisto de un botiquín. Además las
estaciones cabeza, término y empalmes de líneas; las de depósito
de máquinas de socorro y algunas de primer orden tenían que
tener en sus instalaciones botiquines transportables para el
socorro de grandes accidentes. En caso de un siniestro, los
trenes o máquinas de socorro tenían que transportar al lugar del
siniestro todos los botiquines que encontraran en las estaciones
de su recorrido.
Las estaciones de segundo orden y apeaderos
contaban con un botiquín fijo reducido.
Este reglamento obligaba a las compañías a que sus servicios
sanitarios contaran con todos estos materiales y a mantenerlos e
informara a la Dirección General de Sanidad de las dotaciones
con las que contaban. La mayoría de las Compañías contaba ya con
estos materiales, pero tanto la Compañía MZA, como la
Compañía
de los Ferrocarriles Andaluces incluyeron
en sus propios
reglamentos del servicio sanitario artículos y
apéndices regulando esta cuestión e incluso realizando
alegaciones a lo establecido en el mismo.
El museo del Ferrocarril de Madrid conserva algún ejemplo de
estos
botiquines de las antiguas compañías
y una nutrida
colección de objetos utilizados en los servicios
médicos ferroviarios.
En la actualidad el botiquín de una empresa en España viene
regulado por el Real Decreto 486/1997, de 14 de Abril donde se
establece un protocolo mínimo de seguridad y salud en los
lugares de trabajo, y donde se cita como cumplimiento obligado
la existencia y prestación de material de primeros auxilios para
trabajadores accidentados que en líneas generales debe reunir
similares condiciones a lo que se establecía en los orígenes.
En caso de accidente, los lugares de trabajo deben disponer de
material de primeros auxilios en cantidad suficiente para cubrir
al número de trabajadores de la empresa y a los riesgos que
éstos estén o puedan estar expuestos. Este material se adaptará
a las atribuciones profesionales del personal para su prestación.
La distribución y situación del material debe garantizar su
accesibilidad para una atención rápida. Todo lugar de trabajo
deberá disponer como mínimo de un botiquín portátil con el
siguiente contenido: desinfectantes y antisépticos autorizados,
venda, esparadrapo, gasas estériles, algodón hidrófilo, apósitos
adhesivos, pinzas, tijeras y guantes desechables. El material se
revisará periódicamente y se irá reponiendo tan pronto como vaya
caducando o se haga uso de éste.
Si el lugar de trabajo posee más de 50 trabajadores, deberá disponer de un local destinado a los primeros auxilios. Si fuesen 25 trabajadores también debe disponer del mismo, aunque aquí tendrá que dar su autorización la autoridad laboral, puesto que dependerá de la actividad desarrollada o de la asistencia médica más cercana. El local de primeros auxilios deberá disponer mínimamente de un botiquín, una camilla y una fuente de agua potable. Tanto local como material de primeros auxilios deberán estar perfectamente señalizados.