Su aparición y uso en los conflictos bélicos
La aparición de los vehículos sanitarios en los ferrocarriles
va unida a la guerra. En los conflictos bélicos el ferrocarril
se encargó de la distribución de tropas, suministros y armamento,
pero tuvo un papel menos conocido, aunque de suma importancia,
el traslado y la atención de heridos del frente, e incluso la
evacuación y asistencia de la población civil en las zonas
ocupadas.
El primer transporte de soldados heridos se improvisó en Italia
en 1848. Trenes sanitarios se emplearon en 1855 durante la
Guerra de Crimea (1853-1856), posteriormente en las guerras
Franco-Austriaca (1859), de Secesión estadounidense (1861-1865)
y Franco-Prusiana (1870). También durante campañas coloniales
como la Guerra Anglo-Zulú (1879), Guerra de los Boers
(1889-1902) o la Campaña de Filipinas (1896-1898).
Comprobada la eficacia de este tipo de trenes en escenarios
bélicos, la Sociedad francesa de Socorro a los Heridos Militares
presentó en la Exposición Universal de Viena de 1873, un tren
sanitario inventado por el barón de Mundy, tomando como
referencia el ideado en 1862 por el estadounidense Dr. Elisha
Harris.
En 1889 los franceses construyeron cinco "trenes sanitarios
permanentes" basados en este modelo. Compuesto por 23 vagones
–16 de los cuales eran para los heridos en cama– fueron
suministrados por las principales redes ferroviarias francesas,
bajo la dirección del Servicio Médico Militar.
Sin embargo, fue en 1912 con motivo de la
Revolución Mexicana
(1912-1915), cuando el Dr. Guadalupe
Gracia García diseña los primeros quirófanos-móviles en vagones
de trenes. Idea que fue mejorada por James Adolph Israel,
eminente urólogo berlinés, durante la Primera Guerra Mundial
(1914-1918). Los alemanes disponían de varios trenes con
quirófano donde se operaba a los heridos mientras se
desarrollaban los combates.
Por su parte, los británicos preparados para la Gran Guerra,
disponían de doce trenes ambulancia –esta fue la denominación
dada–, que eran esencialmente hospitales sobre ruedas: vagones
para soldados heridos, farmacia, quirófano y dependencias para
el personal médico. Estos trenes podían transportar alrededor de
500 militares heridos, además de 50 miembros de la tripulación,
incluidos enfermeros, enfermeras y oficiales médicos.
Las compañías ferroviarias francesas también debían
proporcionar trenes ambulancias, sin embargo los daños sufridos
en el material rodante no lo permitían, por lo que en diciembre
de 1914 se ordena al Comité Ejecutivo de los Ferrocarriles
Británicos que construya varios convoyes para su utilización en
Francia. En 1918, las compañías británicas habían construido 51
trenes ambulancia, 20 para su uso en Gran Bretaña y 31 para el
continente europeo. Aunque se incorporaron importantes mejoras,
viajar herido sobre las vías del ferrocarril era una experiencia
incómoda o incluso dolorosa. Las pequeñas literas eran
claustrofóbicas y los hombres con traumatismos sentían cada
sacudida del tren.
Al finalizar la guerra estos trenes ambulancia fueron
utilizados por las compañías para las rutinas de los servicios
médicos o para la atención de accidentes.
Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), los trenes
sanitarios fueron fundamentales para reforzar las evacuaciones
aéreas. El ejército alemán distinguió tres tipos de servicios,
organizando 137 trenes hospitalarios, 26 trenes ambulancia
ligeros y 67 trenes hospitalarios improvisados. El ejército
estadounidense a principios de 1939 no contaba con ningún tren
hospitalario, pero pronto adquiriría 320 coches para operar en
la zona interior. De ellos, 120 son antiguos coches-cama Pullman
y coches-salón con 32 literas dispuestas en dos niveles. Los
otros 200 coches se diseñan y construyen al efecto, con
capacidad para 36 pacientes en literas de tres niveles.
A finales de 1944, funcionaban 34 trenes hospitalarios aliados en el continente con una capacidad agregada de más de 8.000 camas y 3.700 pacientes ambulatorios. Las consecuencias de la guerra demandan más material rodante médico (unidades de construcción francesa y americanas importadas) y dotarlos de destacamentos provisionales montados con personal de los hospitales generales. En conflictos posteriores, hasta el final de la Guerra Fría, estos trenes volvieron a utilizarse como servicio médico en los frentes de guerra. Sin embargo, los medios aéreos, más rápidos y seguros, ganan pronto terreno a los convoyes ferroviarios.
Antecedentes de los vehículos sanitarios en España y la Guerra Civil Española
La Guerra de Marruecos (1902-1927), fue un campo de ensayo para
que el ejército de España forjara tácticas, acciones militares y
sanitarias. A partir de la Real Orden de 4 de enero de 1909,
durante la campaña del Rif surgió un “tren-sanitario improvisado”.
Este convoy realizó trece viajes, evacuando 285 heridos y 1.717
enfermos, haciendo un recorrido total de 6.199 kilómetros. En el
verano de 1921, tras la batalla de Annual, el Protectorado
Español de Marruecos, diseña para el Ferrocarril de Ceuta a
Tetúan (foto 5), un coche ambulancia para atender a las
necesidades de la guerra colonial en este territorio. Al tiempo
que la Compañía MZA pone a disposición de las autoridades
militares
varios coches y furgones para crear dos trenes
hospitales.
Poco después, en 1925 se aprueba el
Reglamento sanitario de vías
férreas, donde se establecen directrices sobre los coches
sanitarios. Tales como la composición de trenes, instrucciones
sobre su inspección y limpieza del material. Además de la
obligatoriedad de que todas las compañías ferroviarias con más
de 200 kilómetros de recorrido, deben tener coches para
transportar enfermos según un modelo establecido.
Se cuidaba mucho todo lo relativo a la inspección y limpieza del
material. Se regula por ejemplo que todo el interior debía
tapizarse con fundas desmontables. Los vehículos destinados al
transporte de viajeros deben ser desinsectados trimestralmente,
especialmente los utilizados en el transporte de tropas,
peregrinaciones, romerías y, en general, de grandes
aglomeraciones de personas en deficientes condiciones de aseo.
Cuando llega a término un tren que había transportado enfermos,
cada coche debe ser separado poniendo una etiqueta roja “A
desinfectar” y tras su desinfección se precinta con su
correspondiente marchamo sanitario. También era obligatoria esta
desinfección en todos los coches y vagones que entraban en el
taller de reparación.
Asimismo, el reglamento establece normas concretas para la
limpieza de todos los WC de los trenes, al menos uno para cada
dos coches de viajeros. Todos los coches de viajeros debían
llevar en sitio visible un rótulo en el que se señale la
prohibición de escupir en el suelo.
Esta normativa llevó a las compañías ferroviarias a crear unas
instrucciones claras sobre el
procedimiento de desinfección,
como el elaborado por la Compañía MZA.
Por su parte, en 1926 la Compañía de los Ferrocarriles Andaluces
diseñó
un coche para transporte de enfermos y, con similar
esquema, otro para el transporte de cadáveres. En
1930 la Compañía del Norte construye un coche hospital, cuyo
objeto era el rápido traslado a los lugares de los accidentes
ferroviarios para asistir a los agentes y viajeros lesionados, y
una vez curados trasladarlos a los centros hospitalarios. Este
primer
coche sanitario ZSfhv
se hizo sobre un bastidor
pequeño, de dos ejes, y constaba de una sala de operaciones y
cuatro camillas. Estaba dotado de agua corriente y calefacción.
Sin embargo, su poco peso y dimensiones, no permitían adaptarlo
a las grandes marchas y unidades de mucho peso, lo que hacía muy
incómodo el traslado de los heridos.
Durante la Guerra Civil Española (1936-1939), en la zona
republicana algunos automotores se utilizan para prestar
servicios mínimos de viajeros, para el traslado de autoridades
militares y dos de ellos, para servicios médicos, como tren
quirófano y vehículo hospital.
El ejército de la República contó con una flota de seis trenes
sanitarios. Uno de los más conocidos es el tren-hospital nº 20.
Aunque destacado en distintas líneas a lo largo de la contienda,
tuvo un papel fundamental en la línea de Reus a Zaragoza por
Caspe, concretamente en el tramo entre Reus y Mora, que durante
la Batalla del Ebro quedó en el bando republicano. Probablemente
varía su composición a lo largo de la guerra, pero según el
testimonio de la enfermera australiana voluntaria Agnes Hodgson,
es un convoy realmente completo. El tren cuenta con un furgón
para intendencia, tres coches de viajeros de 1ª clase para
aquellos enfermos que no precisan cama, dos coches con camas
dispuestas en literas triples, e incluso un coche-quirófano que
tiene, además de la propia sala de operaciones, una dependencia
para las literas del personal sanitario, así como una sala de
descanso. El equipo médico está formado por un cirujano con
grado de capitán, un médico ayudante con grado de teniente, un
anestesista, un practicante y personal de enfermería, muchas
veces voluntario y reclutado a través de bandos municipales en
las localidades cercanas. Sumando la locomotora vendría a medir
unos 150 metros de longitud.
Este convoy utiliza el túnel de La Argentera (entre las
estaciones de Pradell y Duesaigües, Tarragona) para refugiarse,
ya que la galería tiene doble vía y permite el cruce con otros
trenes sin obstruir la línea. Durante el día el tren-hospital
permanece en el túnel y al llegar la noche sale al exterior para
que los convalecientes y el personal sanitario puedan respirar
el aire fresco.
Pese a que los vehículos indicaban su función humanitaria, con
grandes cruces rojas pintadas en laterales y techo,
frecuentemente se violaba la advertencia y eran objetivo de
bombardeos.
Otros ferrocarriles sanitarios en España
Entre los diferentes ejemplos de material sanitario que no ha
circulado por la red ferroviaria de ancho ibérico, destacamos la
transformación del tranvía de vapor construido en 1918 para la
Sociedad Industrial Asturiana "Santa Bárbara" y popularmente
conocido como "El Zurrón". Modificado de 750 a 600 mm de ancho
de vía por la Sociedad Hullera Española (SHE) para el transporte
de obreros en la línea de Ujo a las minas de Aller, y después
acondicionado para servir como coche-ambulancia (foto_09) en el
traslado accidentados por la actividad minera entre las minas de
Aller y el hospitalillo de Bustiello, con capacidad para seis
camillas. Actualmente conservado en estado de marcha en el Museo
del Ferrocarril de Asturias, devuelto a su ancho original de 750
mm.
Otro peculiar vehículo sanitario minero lo encontramos en el
Ferrocarril de Ponferrada-Villablino de la Minero Siderúrgica de
Ponferrada, S.A. (MSP), que disponía de un furgón-ambulancia
pensado para el traslado de trabajadores de la empresa hacia
sanatorios y residencias en Ponferrada. Procedente de la reforma
realizada en 1962 en el furgón de mercancías Dfh-3 del
Ferrocarril de Cariñena a Zaragoza, fue renumerado en MSP como
furgón FA-1. (foto_10) Se le abrieron huecos en los paneles
laterales para montar dos ventanas por costado. En su interior
se montaron cuatro camillas y siete asientos, con dos barras
longitudinales en el techo.
Por otro lado, en agosto de 1936 durante la Guerra Civil
Española, se cierra al público el ramal Opera- Norte de la red
del ferrocarril metropolitano de Madrid, se instala un puesto de
sanidad y se utilizan los coches M-102 y M-103, como ambulancias
para transportar heridos y muertos por la red del suburbano.
Estos coches proporcionaban una gran versatilidad, pues lo mismo
podían circular aisladamente que acoplados a su remolque o
incluso formando composiciones de tres o cuatro coches, en suma,
nada impedía su circulación aislada.