Introducción
La aparición del ferrocarril dio lugar a una serie de cambios
económicos y sociales, y aunque en sus primeras fases despertó
unas expectativas que en algunos casos no llegaron al resultado
esperado, es innegable que su aparición supuso un efecto
dinamizador sobre el mercado interior, al favorecer la movilidad
de personas y mercancías de una forma más rápida y a menor coste.
La explotación del ferrocarril dinamizó también el mercado de
trabajo y favoreció el establecimiento de un nuevo sistema de
gestión empresarial, que vino a modificar las relaciones
laborales y sociales. Para poder explicar la relación existente
entre medicina, salud y ferrocarriles son claves tres conceptos:
movilidad, trabajo y gestión empresarial, los cuales nos
permitirán conocer las interrelaciones entre la disciplina
médica y la actividad ferroviaria.
Desde el punto de vista de la movilidad, la llegada del
ferrocarril impulsó el traslado masivo de personas y de
mercancías a media y larga distancia, una circunstancia positiva
que también generó una serie de efectos relacionados con la
salud y la higiene pública y en los que la medicina tuvo una
intervención crucial. En primer lugar, porque este nuevo modo de
transporte tuvo, en sus inicios, unas elevadas cotas de
accidentalidad y esto exigió que las compañías ferroviarias se
vieran obligadas a organizar su propio servicio sanitario, tanto
para poder prestar atención a los heridos, como para gestionar
todo el sistema burocrático que se generaba en torno a los
mismos.
El carácter de servicio público del transporte ferroviario
enlaza con el higienismo y la salud pública y se convierte en
ámbito propio para la legislación y la política sanitaria. Hay
que tener en cuenta que la actividad ferroviaria genera espacios
colectivos como las estaciones, talleres, coches de viajeros,
vagones; y actividades comunitarias como la restauración o la
higiene colectiva que requieren de una inspección continua,
tanto por parte de la administración como por las empresas y en
esta situación es necesaria la figura mediadora de los médicos
de empresa.
Finalmente, la capacidad de movimiento que generó el ferrocarril
hizo que, en determinadas, ocasiones actuase como un agente
facilitador de la expansión de epidemias e infecciones. Para lo
cual, la intervención clínica e higiénica de los profesionales
era fundamental para el diagnóstico, tratamiento y prevención de
las enfermedades. Esta misma capacidad de transporte hizo del
ferrocarril un elemento clave en periodos de enfrentamiento
bélico, cuando el material rodante se puso a disposición de los
estados para el traslado de heridos o la atención médica en el
campo de batalla con los coches hospitales.
La Revolución Industrial trajo consigo nuevas formas de
producción y trabajo. A la peligrosidad e insalubridad de las
fábricas se añadían unos salarios míseros que obligaban a unas
condiciones de vida extraordinariamente precarias, que
empeoraban aún más la salud de los trabajadores. El ferrocarril
no fue ajeno a esta realidad y a la accidentalidad en ruta, se
sumaban los accidentes laborales que se producían en un trabajo
con maquinaria pesada y en condiciones precarias. En la etapa de
las primeras construcciones y explotaciones ferroviarias los
trabajadores estaban totalmente desprotegidos en caso de
accidente y debían recurrir a las sociedades de socorros mutuos.
Por su parte, las empresas se encontraban con un grave problema
a la hora de gestionar y sustituir a los trabajadores
accidentados o en el momento de contratar a nuevos aspirantes.
Por ello, y con una mirada más proteccionista hacia sus propios
intereses que a los de sus empleados, la creación del servicio
médico de empresa facilitó la gestión de personal, las altas y
bajas, la elaboración de informes y la persecución de fraudes.
En España, durante la década de 1880, la preocupación por la
llamada cuestión social llevó a la creación de la Comisión de
Reformas Sociales que debía ocuparse de estudiar todas las
cuestiones que afectaran a la mejora o el bienestar de la clase
trabajadora. Esta Comisión, que acabó convirtiéndose en el
Instituto de Reformas Sociales, obtuvo como resultado de esa
preocupación la promulgación de la Ley de Accidentes de Trabajo
del año 1900, que fue la primera normativa que daba sustento
legal a la prevención de riesgos laborales. A pesar de esta ley
no se experimentaron avances importantes en este sentido hasta
la Segunda República, sobre todo a partir del impulso dado por
Francisco Largo Caballero.
Entre la normativa laboral y la normativa sanitaria, que en el
año 1925 publicó el reglamento de servicios sanitarios de vías
férreas, las compañías ferroviarias se vieron obligadas a
organizar y normalizar sus propios servicios médicos con el fin
de atender las necesidades higiénicas y sanitarias de su
personal y velar por la salud pública de la colectividad a la
que ofrecía sus servicios. Una organización que se ha mejorado
sus recursos humanos y técnicos a lo largo de la historia del
ferrocarril y que hoy también constituye un pilar para la
gestión de las empresas y compañías ferroviarias
La evolución de las condiciones y los servicios sanitarios que afectan a la actividad ferroviaria y a los agentes implicados en la misma es el objeto de esta exposición virtual que utiliza como fuente e instrumento el patrimonio bibliográfico y documental que se conserva en el Archivo Histórico Ferroviario y en la Biblioteca Ferroviaria.