e todo el conjunto de
construcciones ferroviarias de Madrid-Delicias, el edificio de
viajeros es el inmueble más relevante de la estación. Estaba
destinado al tránsito de viajeros, por lo que tenía una gran
visibilidad pública. Además, se ha convertido en un gran ejemplo
de la arquitectura e ingeniería de hierro por su estructura de
hierro roblonado, material representativo de la revolución
arquitectónica del siglo XIX y símbolo de progreso por su
versatilidad y rapidez de construcción. En su ejecución se
aplicaron conceptos nacidos de la revolución industrial, como la
prefabricación de piezas, el ensamblaje como sistema
constructivo, la estandarización y la economía de medios. Por
ello, los materiales empleados fueron los habituales de
edificios industriales, el hierro y el ladrillo, a los que
habría que sumar otros más clásicos como granito, pizarra y
vidrio.
Su tipología fue la dominante en las estaciones de ferrocarril
desde mediados del siglo XIX, cuya planta corresponde al modelo
formado por tres espacios: dos pabellones laterales y paralelos,
uno para las salidas y otro para las llegadas, adosados a la
gran nave central.
Los pabellones, de 175 m de largo por 12 m de ancho, se
realizaron con estructura metálica de hierro y muros de fábrica
de ladrillo, vistos y encalados, y en ellos se ubicaron las
dependencias afines al espacio de trabajo. Según los planos del
proyecto de 1878, el corredor de llegadas estaba constituido por
sala de distribución de equipajes, sala de descanso para espera
de equipajes, almacén de bultos extraviados y cochera,
dependencias que se cambiarán a tenor de las modificaciones
presentadas por la compañía, el 2 de agosto de 1879, al proyecto
aprobado, convirtiéndose, mayoritariamente, en oficinas tras la
supresión de un edificio para la Administración proyectado en la
cabecera. El pabellón de salidas dispuso de más dependencias,
salas de descanso de 1ª, 2ª y 3ª clase, despachos de billetes,
consigna, bultos extraviados, servicio sanitario, inspecciones,
despachos del jefe y subjefe de estación, telégrafo, caloríferos,
retretes, fonda, cantina e, incluso, salón real. En este
corredor se encontraba el vestíbulo que, aunque esta pieza era
el símbolo de prestigio de la compañía ferroviaria, en Delicias
fue sencillo, destacando del resto de las dependencias por su
mayor tamaño y ornamentación exterior. Según el proyecto, el
vestíbulo era un espacio diáfano de 40 m de largo por 18,25 m de
ancho y 17,40 m de alto, aproximadamente, destinado para
viajeros y agentes, con despacho de billetes y equipajes, pero
ha sufrido grandes transformaciones a lo largo del siglo XX.
Entre 1906-1907 se centralizan en él los servicios de salidas/llegadas,
adaptándose el espacio a ambos usos. Posteriormente, en la
década de 1930, el vestíbulo se dividió en plantas, manteniendo
el servicio en la planta baja y creándose oficinas en las
superiores. En torno a los años 1950, se decoró el vestíbulo con
altos zócalos de azulejería en paredes y pilares interiores. Su
exterior aún mantiene la marquesina volada en el patio de
carruajes, a diferencia del antiguo pabellón de llegadas cuya
marquesina original fue trasladada a la actual entrada del Museo
del Ferrocarril.