Acuarela “Salida de la estación” de Ceferino Olivé
Acuarela sobre papel “Salida de la estación”
Año: 1949. Ceferino Olivé Cabré (Reus, 1907- Barcelona, 1995). Medidas: 64 x 77 cm
Cedida: Dir. General Corporativa de Renfe-Operadora
Museo del Ferrocarril de Madrid. Pieza IG: 02383
Esta obra pertenece al artista Ceferino Olivé Cabré, considerado uno de los mejores acuarelistas españoles (Primer Premio de la Agrupación de Acuarelistas de Cataluña, 1932; Primer Premio Nacional de Acuarela, Madrid, 1942 y 1947; Medalla Fortuny, Reus, 1942 y 1943; Medalla de Honor de la Exposición de Bellas Artes, Madrid, 1953; Medalla Gaudí, Reus, 1995), y uno de los grandes renovadores de la pintura al agua, que trabajó virtuosamente la temática del paisaje, escenas ferroviarias y varaderos.
El ferrocarril va a acompañar a Olivé en su producción artística, y con él va a experimentar las innumerables posibilidades cromáticas que le permite la acuarela por su fluidez, gran transparencia y luminosidad traslúcida.
En esta acuarela “Salida del tren”, fechada en 1949, el pintor catalán utiliza las cualidades de esta técnica para plasmar con colores a base de grises acerados un crepúsculo ferroviario. La vaporosidad de la escena le concede un papel importante a nuestra imaginación, que puede volar libre entre el humo, los andenes, las vías y los trenes, gracias a la vitalidad de toques sabios, pinceladas exactas, brochazos decididos y justos.
Un trazado de vías de salida de una estación anónima se dibuja hacia el espectador, por él una locomotora de vapor avanza en el centro de la composición como protagonista de la escena. Su chimenea arroja un profuso penacho de humo que se eleva para iluminar de tonalidades blancas la oscuridad plomiza del cielo, y envolver el conjunto de la obra en una especie de niebla que retiene la sutil y efímera belleza del ferrocarril. En contraposición a esta quietud plasmada con los pinceles, la velocidad y el movimiento de tracción se interpreta con el escape de la presión del vapor bajo sus ruedas, transmitiendo la fuerza de su marcha y haciéndonos presentir, incluso el sonido del silbato que anuncia su apabullante avance.
Olivé es un maestro en la consecución de los primeros términos y de los fondos lejanos, la proporción, la perspectiva y el encuadre. Con sus dotes resuelve la escena con otras dos máquinas que paralelamente discurren en el margen derecho del cuadro, circulando por una bifurcación desdibujada hacia una ruta desconocida. Al frente los peldaños de una escalera marcan la elevación del andén, que con su realce engulle la visión completa de otra locomotora de vapor en la que se destaca su chimenea y su gran domo. En medio del andén, se adivinan dos agentes ferroviarios atareados en su rutina cotidiana, y junto a ellos, se reconoce una aguada coronada por una farola que se antepone al centro de la marquesina de la estación que se dibuja en la lejanía.
Se podría decir que es una pintura de humo que se funde con una especie de bruma y niebla crepuscular, donde el vapor de las locomotoras arrastran al contemplador a un claror que refleja su capacidad pictórica con una cromática que da ese aspecto frío y nostálgico que predomina de manera decisiva en la acuarela.
La obra ingresó en el año 2000 en la colección del Museo del Ferrocarril de Madrid de mano de RENFE, y actualmente está expuesta en dependencias madrileñas de la Dirección General Corporativa de RenfeOperadora.