Retrato de Benito Pérez Galdós, 1894.
Autor: Joaquín Sorolla. Casa-Museo Pérez Galdós
(Cabildo de Gran Canaria)
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o es posible adentrarse en la obra
de Benito Pérez Galdós sin mirar de reojo a la Historia. Se ha
comentado con frecuencia, que no entenderíamos suficientemente la
época histórica sin leer a Galdós. Hablamos, concretamente, de la
segunda mitad del siglo XIX y de los primeros años del siglo XX.
Efectivamente, Galdós se ocupó con intensidad de la época histórica
que le tocó vivir. Era un gran observador y trató de plasmar con la
mayor exactitud posible la sociedad que le rodeaba. La sociedad era
su gran fuente de inspiración. En el exterior, justo a su alrededor,
disponía de los materiales con los que construir su obra. De ese
modo, la sociedad misma se convierte en una auténtica materia
novelable, según el autor canario sentenció en su discurso de
ingreso a la Real Academia Española.
Con la sociedad como materia prima, Galdós, como escritor realista,
consiguió dar a la narración una apariencia de veracidad y similitud,
adaptando y reinterpretando realidad e Historia. Básicamente, se
trataba de copiar de la realidad, de “ficcionarla”, para ofrecernos
una copia de la misma, pero pasada a través de su filtro personal.
Siendo la sociedad materia novelable, también lo era el ferrocarril.
Precisamente, el ferrocarril comenzó su andadura en la segunda mitad
del XIX, extendiéndose imparablemente por la geografía peninsular y
agitando, a su paso, las conciencias y despertando de su letargo a
pueblos y ciudades. Como hombre liberal y progresista, Galdós supo
ver en el ferrocarril la vía para acercarse a Europa y vencer el
tradicionalismo trasnochado, que arrastraba la sociedad española de
la época. Viajar en tren suponía una corriente de aire fresco, que
favorecía que las ideas cruzasen rápidamente las fronteras. De ese
modo, el ferrocarril contribuyó decisivamente a que Europa
compartiese una cultura y una estética que superaba la distancia
física que separaba sus países.
La presencia del ferrocarril en la obra de Galdós es visible a lo
largo de toda su trayectoria y se acomoda a las diferentes etapas de
su novelística, cumpliendo diversas funciones. Desde las novelas
denominadas de tesis, como Rosalía (1872) o Doña Perfecta (1876),
donde el recelo tradicionalista se enfrenta enérgicamente al
progreso simbolizado en el ferrocarril, hasta las novelas
contemporáneas, que culminan en Fortunata y Jacinta (1887), donde el
viaje en tren trasciende la simbología vinculada al progreso y pasa
a ser un elemento narrativo más, que contribuye decisivamente al
descubrimiento del paisaje y a su impacto en el alma de los
personajes.
Galdós es, sin duda, uno de nuestros autores más brillantes y la
máxima expresión del Realismo español. El autor canario supo
aprovechar como nadie los materiales que le brindaba la sociedad de
su tiempo para construir su obra y entregarnos cuadros entrañables
en los que el ferrocarril ocupó un lugar no sólo destacado, sino
intencionadamente simbólico.
Estación del Norte (Santander), a principios del siglo XX. Tarjeta postal
(Autora: Visitación Poblador) AHF-MFM
Juan Carlos Ponce es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona. Su tesis doctoral, Aspectos socioliterarios del ferrocarril en España, publicada por la Fundación de los Ferrocarriles Españoles, da testimonio de la presencia del ferrocarril en diversos géneros y diferentes momentos literarios. Desde 1988 ha compatibilizado su trayectoria profesional en Renfe con el ejercicio de la crítica literaria para diferentes revistas y publicaciones.