“Sobre una de las puertas de la fachada de la estación,
había un letrero que decía:- Telégrafo- y desde afuera se
oía el timbre metálico que vibraba y repercutía sobre su
propio son, como los atacados del baile de San Vito. Desde
allí se hablaba a todas partes, y ella ¡inocente! no había
caído en que desde allí podía hablar a su esposo.
Penetró, pues en la oficina, radiante de felicidad y dijo al
telegrafista que manipulaba el aparato:
-Perdone usted, caballero, si le interrumpo…
El telegrafista no se dio por interrumpido, ni menos excuso
el perdón. Agarrado a la manivela de un instrumento especie
de moledor de café, iba dando golpecitos poco a poco, como
si desmenuzase letras en vez de granos. Mucho tiempo paso en
esta monótona y abstraída tarea, hasta que, desperezándose
con cierto abandono, se volvió a Doña María, diciéndola:
-¿Qué viene usted a hacer aquí señora?
-¿No es este el telégrafo?
-Este es el telégrafo
-Pues bien vengo a poner un parte
-¿Para dónde?
-Para Madrid
-Y ¿qué quiere usted decir en ese parte?
-Aviso a mi marido que no tenga cuidado
-Sin cuidado vivirá el, señora
-A pesar de todo…(balbuceó doña María algo cortada, yo
quisiera decírselo
-Pues, señora, pierde usted el tiempo. Este telégrafo no es
de particulares; es de la empresa. Aquí no se habla nunca
con el marido de nadie."
C
astro y Serrano, José de.
Granada, 1829 – Madrid, 1.II.1896. Académico de la Real
Academia Española y periodista.
José de Castro y Serrano nació en Granada en 1829. A pesar
de su temprana vocación literaria, estudió Medicina en su
ciudad natal, si bien nunca ejerció aquella profesión. A
comienzos de la década de 1850 formó parte —junto a otros
escritores, como Pedro Antonio de Alarcón o Manuel del
Palacio— de la famosa Cuerda granadina, sociedad literaria
integrada por jóvenes de ideas liberales. A este período
corresponde su primera obra, Animales célebres de todos los
tiempos y de todos los países (1852).
Antes de cumplir los treinta años, en 1856, se trasladó a
Madrid, donde se entregó, desde un primer momento, al
periodismo. En estrecha relación con su actividad
profesional, de hecho, surgieron muchas de sus obras, que
constituyen una verdadera crónica de los acontecimientos más
señalados de su tiempo.
Entre ellas, España en Londres: Correspondencias sobre la
Exposición Universal de 1862 (1863) —donde fue enviado por
el gobierno español—, La novela del Egipto: viaje imaginario
á la apertura del Canal de Suez [...] (1870) o La Capitana
Cook: Estudio de viajes (1871). Como experimentado
espectador, estuvo también presente en las exposiciones
universales de París (1868) y Viena (1873), de las que dio
testimonio por escrito a sus contemporáneos.
Al margen de estas obras —surgidas al calor del periodismo—
escribió, en varias series, una nutrida colección de Cartas
trascendentales que alcanzaron notable repercusión en la
década de 1860. De gran valor para los estudiosos de la
cultura decimonónica son también sus Cuadros contemporáneos
(1871), donde plasmó su particular visión de la Cuerda
granadina.
Por último, merecen ser recordadas sus Historias vulgares
(1887), que representan un gracioso elenco de estampas de la
época dibujadas en clave costumbrista.
Como reconocimiento a su dilatada trayectoria periodística y
literaria, José de Castro fue admitido en la Real Academia
Española, a la que se incorporó para cubrir la vacante
dejada por Canalejas Casas en el sillón k. Su discurso de
ingreso, De la amenidad y galanura en los escritos como
elemento de belleza y de arte, fue leído el 8 de diciembre
de 1889. Le respondió en aquel solemne acto Enrique Ramírez
de Saavedra, duque de Rivas.
El 4 de junio de 1894 fue elegido académico de número de la
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, por la
sección de música, en la vacante dejada por Emilio Arrieta.
Falleció siendo electo de esta Academia, el 1 de febrero de
1896..
Más información en:
Real Academia Española
Sabor de España
Biblioteca Virtual de Andalucía
El periodista, José Castro y Serrano hizo alarde de su
profesión y además de las crónicas que escribía para la
prensa del momento, tomó diversos acontecimientos
contemporáneos como argumento para algunas de sus novelas.
En La Capitana Cook el ferrocarril de Madrid a Aranjuez,
inaugurado en 1851, es la excusa para contar las anécdotas
familiares y las experiencias de un viaje en tren hasta
Pinto.
La novela se hace eco del impacto que los primeros
ferrocarriles tuvieron en la sociedad española y nos revela
algunas de las reacciones que produjo en la época. Una de
ellas nos relata el encuentro de una de las protagonistas
con el telégrafo.
El sistema de comunicaciones es un elemento esencial en la
explotación del ferrocarril ya que hace posible la
regulación y ordenación del tráfico. El primer sistema
utilizado en la historia del ferrocarril fue el telégrafo
eléctrico, sistema Bréguet que forma parte de la colección
del Museo del Ferrocarril.
Telégrafo eléctrico, sistema Bréguet