Paseo literario: El tren directo
José Ortega Munilla:
José Ortega Munilla. Cárdenas, Cuba, 1856 - Madrid, 1922. Periodista y escritor español. Trasladado a España desde su niñez, estudió en el seminario de Cuenca, residió en Gerona y en 1868 abandonó la carrera eclesiástica para cursar leyes en Madrid.
Colaborador del diario Los Lunes del Imparcial, José Ortega Munilla llegó a ocupar la dirección del periódico; su matrimonio con la hija de Eduardo Gasset le convertiría en copropietario. Fue uno de los gestores del Trust, y protector del diario El Sol, sometido a la influencia cultural de su hijo José Ortega y Gasset. Convirtió su cadena de prensa en el trampolín para los escritores del 98. En 1901 ingresó en la Real Academia Española.
En su obra se distinguen dos períodos: el primero, que va desde 1879 hasta 1884, viene marcado por la escritura de las que el propio autor denominó "novelas contemporáneas"; se trata de diez narraciones (siete novelas extensas y tres breves) en las que puede apreciarse tanto el lastre de un romanticismo trasnochado (Lucio Tréllez, de 1879) como el triunfo del costumbrismo (El tren directo, 1880) y, sobre todo, la tímida asimilación de la corriente naturalista (bien presente en El fondo del tonel, de 1880, y, de forma muy acusada, en Cleopatra Pérez, de 1884).
La última de las narraciones citadas es su obra más conocida. Cuenta la historia trágica de una prostituta cuyo hijo abandona a la familia adoptiva que le había acogido para irse a vivir con su madre natural, dentro de un crudo tono que no escatima los lances trágicos, como el suicidio del joven.
Ya bien entrado el siglo XX volvió al ámbito de la narrativa con una serie de novelas que, como las tituladas El paño pardo (1914) o La señorita de la Cisniega (1918), acabaron configurando una segunda etapa de su producción literaria, anclada en unos postulados naturalistas ciertamente caducos.
José Ortega Munilla escribió también impresiones de viaje y probó fortuna en el teatro (Estrazilla, 1918). Publicó varias colecciones de narraciones breves: El salterio (1881), El fauno y la dríada (1882), Relaciones contemporáneas (1883) y Fifina (1897). Sus artículos crítico-literarios son muy a menudo harto indulgentes o encomiásticos. El estilo de Ortega Munilla es en general fácil, abundante y florido.
Cómo citar este artículo: Ruiza, M., Fernández, T. y Tamaro, E. (2004). Biografia de José Ortega Munilla. En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea. Barcelona (España). Recuperado de https://www.biografiasyvidas.com/biografia/o/ortega_munilla.htm el 21 de abril de 2020.
Más información en:
Cervantes Virtual
Real Academia de la Hitoria
El blog de Cuencávila
Ganso y Pulpo
"Los valores de Ortega Munilla". Diario El País
Fragmentos seleccionados:
"Cuando la tierra se estremeció palpitando como si un enorme corazón debajo de ella latiese, al acercarse con parsimoniosa majestad la ondulante culebra de vagones, Clavo quiso ver si don Patricio venía, y se enderezó sobre las puntas de los pies. Las cortinillas azules de los coches no permitieron, por ir caídas, a su curiosidad anticiparse. Después de descargar ciertos fardos que desde los furgones arrojaban al anden, tornó a sacudir de penacho vaporoso blanco y rojizo ese gigante de hierro, que silbando y escupiendo, reanudo su marcha.
La locomotora iba resoplando, humeando, pateando, escupiendo bocanadas de humo rojizo por la chimenea y salivazos de blanco vapor por cada uno de sus costados alternativamente. Encendido el farolete azul en su frontal, simulaba el ojo de cíclope miope que usase lente fint-glass como cualquier gentlemen de Liverpol. Al respirar su aliento, sonaba, ya como silbo de culebra ronca, ya como lamento de niño enfermo de crup, ya como estertor de tráquea metalizada y rígida."
Pieza de la colección del Museo:
El afán descriptivo por reflejar la realidad se manifiesta al tratar el ferrocarril en sus obras. La descripción se recrea en lo novedoso y es habitual encontrar textos que magnifican las locomotoras como un animal monstruoso de amenazadoras formas: el único ojo de su farol central, la negrura de su férrea coraza, el blanco penacho de su humareda, el fuego de sus calderas, los bufidos de sus chorros de vapor... El carbón era el que daba lugar a esa humareda, el ferrocarril fue uno de los mayores consumidores de carbón. Como vemos en las briquetas y ovoides de carbón.