“Cuando la tierra se estremeció palpitando como si un
enorme corazón debajo de ella latiese, al acercarse con
parsimoniosa majestad la ondulante culebra de vagones, Clavo
quiso ver si don Patricio venía, y se enderezó sobre las
puntas de los pies. Las cortinillas azules de los coches no
permitieron, por ir caídas, a su curiosidad anticiparse.
Después de descargar ciertos fardos que desde los furgones
arrojaban al anden, tornó a sacudir de penacho vaporoso
blanco y rojizo ese gigante de hierro, que silbando y
escupiendo, reanudo su marcha.
La locomotora iba resoplando, humeando, pateando, escupiendo
bocanadas de humo rojizo por la chimenea y salivazos de
blanco vapor por cada uno de sus costados alternativamente.
Encendido el farolete azul en su frontal, simulaba el ojo de
cíclope miope que usase lente fint-glass como cualquier
gentlemen de Liverpol. Al respirar su aliento, sonaba, ya
como silbo de culebra ronca, ya como lamento de niño enfermo
de crup, ya como estertor de tráquea metalizada y rígida."
J
osé Ortega Munilla.
Cárdenas, Cuba, 1856 - Madrid, 1922. Periodista y escritor
español. Trasladado a España desde su niñez, estudió en el
seminario de Cuenca, residió en Gerona y en 1868 abandonó la
carrera eclesiástica para cursar leyes en Madrid.
Colaborador del diario Los Lunes del Imparcial, José Ortega
Munilla llegó a ocupar la dirección del periódico; su
matrimonio con la hija de Eduardo Gasset le convertiría en
copropietario. Fue uno de los gestores del Trust, y
protector del diario El Sol, sometido a la influencia
cultural de su hijo José Ortega y Gasset. Convirtió su
cadena de prensa en el trampolín para los escritores del 98.
En 1901 ingresó en la Real Academia Española.
En su obra se distinguen dos períodos: el primero, que va
desde 1879 hasta 1884, viene marcado por la escritura de las
que el propio autor denominó "novelas contemporáneas"; se
trata de diez narraciones (siete novelas extensas y tres
breves) en las que puede apreciarse tanto el lastre de un
romanticismo trasnochado (Lucio Tréllez, de 1879) como el
triunfo del costumbrismo (El tren directo, 1880) y, sobre
todo, la tímida asimilación de la corriente naturalista (bien
presente en El fondo del tonel, de 1880, y, de forma muy
acusada, en Cleopatra Pérez, de 1884).
La última de las narraciones citadas es su obra más conocida.
Cuenta la historia trágica de una prostituta cuyo hijo
abandona a la familia adoptiva que le había acogido para
irse a vivir con su madre natural, dentro de un crudo tono
que no escatima los lances trágicos, como el suicidio del
joven.
Ya bien entrado el siglo XX volvió al ámbito de la narrativa
con una serie de novelas que, como las tituladas El paño
pardo (1914) o La señorita de la Cisniega (1918), acabaron
configurando una segunda etapa de su producción literaria,
anclada en unos postulados naturalistas ciertamente caducos.
José Ortega Munilla escribió también impresiones de viaje y
probó fortuna en el teatro (Estrazilla, 1918). Publicó
varias colecciones de narraciones breves: El salterio
(1881), El fauno y la dríada (1882), Relaciones
contemporáneas (1883) y Fifina (1897). Sus artículos
crítico-literarios son muy a menudo harto indulgentes o
encomiásticos. El estilo de Ortega Munilla es en general
fácil, abundante y florido.
Cómo citar este artículo:
Ruiza, M., Fernández, T. y Tamaro, E. (2004). Biografia de
José Ortega Munilla. En Biografías y Vidas. La enciclopedia
biográfica en línea. Barcelona (España). Recuperado de
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/o/ortega_munilla.htm
el 21 de abril de 2020.
Más información en:
Cervantes Virtual
Real Academia de la Hitoria
El blog de Cuencávila
Ganso y Pulpo
"Los valores de Ortega Munilla". Diario El País
El afán descriptivo por reflejar la realidad se
manifiesta al tratar el ferrocarril en sus obras. La
descripción se recrea en lo novedoso y es habitual encontrar
textos que magnifican las locomotoras como un animal
monstruoso de amenazadoras formas: el único ojo de su farol
central, la negrura de su férrea coraza, el blanco penacho
de su humareda, el fuego de sus calderas, los bufidos de sus
chorros de vapor… El carbón era el que daba lugar a esa
humareda, el ferrocarril fue uno de los mayores consumidores
de carbón. Como vemos en las briquetas y ovoides de carbón.
Briqueta y ovoides de carbón