“Vió éste que se acercaba otro empleado con un farol
pendiente de la derecha mano, el cual movíase al compás de
la marcha, proyectando geométricas series de ondulaciones
luminosas. La luz caía sobre el piso del andén, formando un
zigzag semejante al que describe la lluvia de una regadera.
- ¿Hay fonda o dormitorio en la estación de Villahorrenda?-
preguntó el viajero al del farol.
- Aquí no hay nada -respondió éste secamente, corriendo
hacia los que cargaban y echándoles tal rociada de votos,
juramentos, blasfemias y atroces invocaciones, que hasta las
gallinas escandalizadas de tan grosera brutalidad,
murmuraron dentro de sus cestas.”
“Un momento después, señor y escudero hallábanse a espaldas de la barraca llamada estación, frente a un caminejo que, partiendo de allí, se perdía en las vecinas lomas desnudas..."
“Antes de que la caravana se pusiese en movimiento, partió el tren, que se iba escurriendo por la vía con la parsimonia cachaza de un tren mixto. Sus pasos, retumbando cada vez más lejanos, producían ecos profundos bajo la tierra. Al entrar en el túnel del kilómetro 172, lanzó el vapor por el silbato, y un aullido estrepitoso resonó en los aires. El túnel, echando por su negra boca un hálito blanquecino, clamoreaba como una trompeta; al oír su enorme voz, despertaban aldeas, villas ciudades, provincias. Aquí cantaba un gallo, más allá otro. Principiaba a amanecer."
Benito Pérez Galdós fue un firme convencido de las
posibilidades de la nueva sociedad, su progresismo le llevó
a ver el ferrocarril como un símbolo de la nueva sociedad
surgida a partir de 1868. En la novela Doña Perfecta, el
ingeniero Pepe Rey será el velador de ese progreso que
despertará de su oscuridad a pueblos y progresos. El
ferrocarril iluminó el desarrollo de la España decimonónica,
como muchos guardagujas empleaban para los trenes nocturnos
los faroles de petróleo para indicar así la vía libre a los
maquinistas.
Linterna o farol de mano con alumbrado de carburo
B
enito Pérez Galdós nació en
Las Palmas de Gran Canaria en 1843, hijo de Sebastián Pérez,
teniente coronel del Ejército y de Dolores Galdós. Desde niño
fue aficionado a la música, al dibujo y a la literatura. Es en
opinión general, el mayor novelista español después de
Cervantes.
A los diecinueve años se traslada a Madrid, allí conocería a don
Francisco Giner de los Ríos, fundador de la Institución Libre de
Enseñanza, quien le alentó a escribir y le orientó hacia el
krausismo. Durante los primeros años de su estancia en la corte
frecuentó redacciones y teatros. Escribió en La Nación y en El
Debate.
La Fontana de Oro (1870), La sombra (1871) y El audaz (1871)
fueron los títulos de sus primeras novelas, que revelan todavía
una influencia del Romanticismo. Publicó artículos políticos en
la Revista de España y algo de ellos, así como el ataque al
régimen anterior a la Revolución de 1868 y el inmovilismo de la
tradición, se plasma en sus obras de tesis de la misma época:
Doña Perfecta (1876), Gloria (1877), La familia de León Roch
(1878) y Marianela (1878).
Abre el camino al Naturalismo con La desheredada (1881), la
primera de sus novelas contemporáneas a la que le seguirán El
doctor centeno (1883), Tormento (1884) y La de Bringas (1884).
El amigo manso (1882) es una de las creaciones más originales de
Galdós. Lo prohibido (1884-85) es la novela galdosiana más
impregnada de Naturalismo. Fortunata y Jacinta de 1886-7 es un
vasto mural donde la historia, la sociedad y el perfil urbano de
Madrid sirven de fondo a un argumento que presenta a dos jóvenes
enamoradas del mismo hombre.
De su vida íntima sabemos que tuvo una hija ilegítima y amoríos
con Emilia Pardo Bazán. Nunca se casó pero plasmó su tipo ideal
de compañera en una mujer ya mayor: Teodosia Gandarias , en el
drama Pedro Minio (1908). Constantemente predicó un tipo de amor
más libre, que veríamos en Realidad y Tristana, aunque se opuso
a las costumbres demasiado licenciosas.
En 1873 aparecieron las dos primeras series de los Episodios
nacionales. Leyó a Balzac, a los novelistas rusos y a Dickens de
quien tradujo Pickwick papers. Aprovechó las rápidas
apreciaciones e indicaciones sobre sus países. Acusó a los
escritores contemporáneos de incapaces de describir la vida de
su tiempo. Sólo excluyó de sus ataques a Fernán Caballero y a
José María Pereda. Urgió a los otros escritores a tomar las
grandes conclusiones de los problemas sexuales y espirituales de
la clase media urbana de su época como principal fuente de
inspiración. Sus últimos escritos teóricos añaden poco a estas
ideas. Merecen citarse el prólogo a El sabor de la tierruca de
Pereda, un memorial dirigido a la Real Academia Española y el
prólogo a la tercera edición de La Regenta, de Clarín.
Al final de la década de los 80 y a comienzos de la siguiente
publica Miau (1888), La incógnita (1889), Torquemada en la
hoguera (1889), Realidad también en 1889 y Ángel Guerra de 1891,
en donde experimenta una nueva manera de novelar. Los problemas
éticos aparecen en Tristana (1892), Nazarín (1895), Halma (1895)
y Misericordia (1897). Frecuentemente (como en Nazarín o
Misericordia), sus novelas parecen recordar a Dostoievski. Su
penetración psicológica ha sido igualada pocas veces. Entre sus
características más definidas se cuentan un estilo personal
vigoroso y muy marcado; un gran conocimiento de la locura y la
esquizofrenia (no hay que olvidar su interés por Don Quijote)
raramente preciso; un efectivo y sistemático manejo del
simbolismo (evocador de su propia desilusión por la debilidad de
España) y una conmovedora lástima por la gente que pretende
elevarse de la bondad a la santidad.
Las obras dramáticas de Galdós fueron frecuentemente críticas
por tener un carácter esencialmente novelesco. Ciertamente,
adaptó para el teatro sus propias novelas Realidad en 1892, La
loca de la casa en 1893, Doña Perfecta en 1896, El abuelo en
1904 y otras, que fueron acogidas con éxito por el público y por
la crítica. Electra, por motivos políticos o, en todo caso,
extraliterarios, constituyó un acontecimiento nacional. El autor
nunca había sido tan serio, tan cuidadoso y preocupado como en
estos dramas. Hemos de indicar que estas cualidades se hallaban
en el teatro español de aquel tiempo. Su influencia para la
escena posterior fue benigna. En sus últimos años la oposición
creciente se vio patente en la candidatura rechazada y poco
después aceptada de la Real Academia. Le dolió que la generación
del 98 no le considerara su mentor. La concesión del premio
Nobel de literatura a Echegaray (autor muy inferior y de escasa
valía) lo consideró un mazazo a la mejor literatura española de
su tiempo. En 1912 quedó ciego (en Los últimos años: La ceguera),
aunque no por ello sufrió menos la insolvencia en sus últimos
años. Por entonces escribió una tercera, cuarta y, finalmente,
quinta serie de Episodios nacionales entre 1898 y 1912; de la
última serie únicamente aparecieron seis volúmenes, quedando así
incompleta.
En cuanto a su vida política fue elegido diputado a Cortes por
Guayama en 1886. En 1907 encabezó la lista a la candidatura de
la Conjunción Republicano-Socialista por Madrid.
La labor de Benito Pérez Galdós fue la de transformar el
panorama novelesco español de aquella época. Dejó al lado el
romanticismo y avivó el realismo español, dotando tanto de una
gran expresividad a la narrativa como de nuevas formas aptas
para el entendimiento del mundo y de la obra.
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