“Glacial sensación corrió por las venas del viajero, que subió el cuello de su americana y llevó los pies instintivamente al calorífero, tibio aún, en cuyo seno de metal danzaba el agua produciendo un sonido análogo al que se oye en la cala de los buques.”
“Después sacó de las hondas faltriqueras del sobretodo el “Indicador de los caminos de hierro”, y con el dedo índice fue recorriendo las estaciones del itinerario del viaje."
“Levantóse el viajero y sin mirar que en la rejilla había un envoltorio de mantas, abrió su propio maletín y sacó un chal escocés, peludo, de finísima lana, que delicadamente extendió sobre los pies y muslos de la dormida."
Desde el principio, los coches disponían de iluminación
mediante alumbrado de aceite. La luz que daban las
candilejas, que utilizaban aceite de oliva, orujo, colza o
girasol, era muy escasa, sin embargo suponía una mejora de
confort, que las compañías no dudaban en pregonar.
En cuanto a la calefacción, los primeros trenes utilizaban
unos recipientes de chapa, llamados caloríferos, que
contenían agua caliente y que se colocaban en el suelo de
los coches para que los viajeros apoyasen los pies. (El
libro del tren. Pilar Lozano Carbayo. Madrid 1998)
En el Museo del Ferrocarril de Madrid se conserva uno de
estos Caloríferos que podemos ver en esta descripción.
Caloríferos
E
milia Pardo Bazán nace el 16 de septiembre de 1851 en La
Coruña, ciudad que siempre aparece en sus novelas bajo el
nombre de "Marineda". Hija única de don José Pardo Bazán y
Mosquera y de doña Amalia de la Rúa Figueroa y Somoza,
recibe una educación esmerada.
Lectora infatigable desde los ocho años, a los nueve compuso
sus primeros versos, y a los quince su primer cuento, Un
matrimonio del siglo XIX, que envió al Almanaque de La
Soberanía Nacional, y que sería el primero de los
numerosísimos -cerca de 600- que publicaría a lo largo de su
vida.
Su formación se completó en la capital de España, donde
solía pasar los inviernos la familia, debido a las
actividades políticas de su padre, militante en el partido
liberal progresista.
El año 1868 supone un hito en la vida de Emilia: "Tres
acontecimientos importantes en mi vida se siguieron muy de
cerca: me vestí de largo, me casé y estalló la Revolución de
septiembre de 1868". Emilia tenía dieciséis años, y su
marido, José Quiroga, estudiante de Derecho, veinte. La boda
se celebró el 10 de julio en la capilla de la granja de
Meirás, propiedad de los padres de la novia.
En 1873 la familia Pardo Bazán -también los recién casados-
abandona temporalmente España. El viaje se prolonga por
varios países de Europa, lo que despierta en Emilia la
inquietud por los idiomas, con el deseo de leer a los
grandes autores de cada país en su lengua original. Su
inquietud intelectual va en aumento y, al regresar a España,
entra en contacto con el krausismo a través de Francisco
Giner de los Ríos, con quien le uniría una gran amistad. El
influjo de los krausistas la empuja a la lectura de los
místicos y de Kant, y éstos, a su vez, la conducen hasta
Descartes, Santo Tomás, Aristóteles y Platón.
En 1876, año del nacimiento de su primer hijo, Jaime, se da
a conocer como escritora al ganar el concurso convocado en
Orense para celebrar el centenario de Feijoo. Son años en
que todavía no ha abandonado totalmente la poesía. Gracias a
Giner de los Ríos se edita en 1881 el libro de poemas de
doña Emilia, titulado Jaime.
La afición al género novelesco no es temprana en doña
Emilia, que consideraba la novela un género menor, de mero
pasatiempo, prefiriendo completar, siguiendo un orden, su
formación intelectual, en la que encontraba muchas lagunas.
Sin embargo, el conocimiento de las obras de sus
contemporáneos la anima a escribir su primera novela,
Pascual López. Autobiografía de un estudiante de medicina,
poco antes de aceptar la dirección de la Revista de Galicia,
en 1880.
En 1881 publica Un viaje de novios, novela para la que
utilizó las experiencias de un viaje a Francia, y ese verano,
en Meirás, acaba San Francisco de Asís, ya embarazada de su
segunda hija, Carmen. El prólogo de Un viaje de novios es
importantísimo para comprender lo que significa el
naturalismo en la obra de Emilia Pardo Bazán, así como la
serie de artículos que publica entre 1882 y 1883 bajo el
título de La cuestión palpitante, la del naturalismo,
corriente literaria que dio a conocer en España.
En esta línea naturalista se inscribe la tercera novela de
doña Emilia, La Tribuna (1883), así como las posteriores de
Los pazos de Ulloa (1886), La madre naturaleza (1887) y La
piedra angular (1891), aunque entre La Tribuna y Los pazos
de Ulloa escribe Emilia Pardo Bazán una novela en la que se
aparta de la técnica naturalista. Se trata de El cisne de
Vilamorta, en la que conjuga la observación realista con
ciertos elementos románticos. Además, entre La madre
naturaleza (1887) y La piedra angular (1891) publica cuatro
novelas que tampoco pueden considerarse naturalistas:
Insolación y Morriña, ambas de 1889 y ambientadas en Madrid,
han sido consideradas por la crítica dentro de las
coordenadas del realismo, y Una cristiana y La prueba, las
dos de 1890, como participantes de cierto idealismo,
tendencia que se observa también -con el paréntesis de La
piedra angular-, en el ciclo de Adán y Eva, formado por Doña
Milagros (1894) Memorias de un solterón (1896).
En 1891 emprende una nueva aventura periodística con Nuevo
Teatro Crítico, revista fundada y escrita completamente por
ella, que tanto en su título como en su planteamiento
misceláneo, cultural en sentido amplio, y divulgativo quiere
rendir homenaje a su admirado Feijoo, y en 1892 funda y
comienza a dirigir la Biblioteca de la Mujer.
Desde tiempo atrás doña Emilia venía colaborando en
numerosas revistas y periódicos, con crónicas de viajes,
artículos, ensayos y numerosísismos cuentos que agruparía en
varias colecciones: Cuentos de Marineda, Cuentos de amor,
Cuentos sacroprofanos, En tranvía (Cuentos dramáticos),
Cuentos de Navidad y Reyes, Cuentos de la patria, Cuentos
antiguos... Y también en la prensa, en La Lectura, empieza a
salir en 1903 su novela La Quimera, que dos años después
vería la luz como libro. Confirmando su criterio de que la
novela debe reflejar el momento en que es escrita, pueden
apreciarse en La Quimera ciertos ecos modernistas y
simbolistas.
En 1908 publica La sirena negra cuyo tema central es el de
la muerte, que ha escrito en el Ateneo de Madrid, donde ha
sido nombrada Presidenta de la Sección de Literatura en
1906.
Viajera infatigable, continúa además consignando sus
impresiones en artículos de prensa y en libros. En 1900 van
apareciendo en El Imparcial sus artículos sobre la
Exposición universal de París, que cuajarán en el libro
Cuarenta días en la Exposición; en 1902 se edita Por la
Europa católica, fruto de un viaje por los Países Bajos.
Todavía no había intentado llevar a la escena sus obras de
teatro, y en 1906 estrena en Madrid, sin éxito, Verdad y
Cuesta abajo.
Es doña Emilia una figura reconocida en la vida literaria,
cultural y social. En 1908 comienza a utilizar el título de
Condesa de Pardo Bazán, que le otorga Alfonso XIII en
reconocimiento a su importancia en el mundo literario; desde
1910 era consejera de Instrucción Pública; socio de número
de la Sociedad Matritense de Amigos del País desde 1912...
Dos años después se le impondría la Banda de la Orden de
María Luisa, y recibiría del Papa Benedicto XV la Cruz Pro
Ecclesia et Pontifice... En 1916 el ministro de Instrucción
Pública la nombra catedrática de Literatura Contemporánea de
Lenguas Neolatinas en la Universidad Central.
El 12 de mayo de 1921, una complicación con la diabetes que
padecía le provoca la muerte. Al día siguiente, toda la
prensa hablaba de la escritora fallecida el día anterior,
que fue enterrada en la cripta de la iglesia de la
Concepción de Madrid.
Más información en:
Cervantes Virtual
Vida
y obra literaria de Emilia Pardo Bazán (youtube)