Miguel Pérez González
Director AAHH CPEE Hospital Niño Jesús, Madrid
— Ya no recuerdo cuánto se
tarda de aquí a Madrid.
— Pues no es mucho. Tomaremos el coche de Peralvillo, que es
el que va más pronto. ¿No sabes la novedad que hay en el
mundo? Pues ahora han inventado en Inglaterra unas máquinas
para correr, un coche diabólico que va como el viento, y
anda, anda... No sé lo que anda; pero si hubiera uno desde
Toledo a Madrid, iríamos en dos horas.
— ¡En dos horas! Eso es fábula.
— ¿Fábula? Me lo ha dicho don Salvador, que lo ha visto.
— ¿Él ha visto esa máquina?
— Y ha andado en ella.
— ¿Él ha andado en ella? Será cosa magnífica.
— Figúrate...
Don Benigno se detuvo, y con la complacencia que producían
en él las maravillas de la naciente industria del siglo, se
preparó a dar a su hija explicaciones demostrativas, para lo
cual puso horizontal el bastón y deslizó los dedos sobre él.
— Figúrate que hay en el suelo dos barras de hierro donde se
ajustan las ruedas de unos enormes coches..., así como casas.
Estos coches van atados unos a otros. A poco que les empujen,
como las ruedas se ajustan a las barras de hierro, ¡zas!,
aquello corre como una exhalación.
—Ya entiendo..., las mulas...
—Si no hay mulas, tonta... Ya te lo explicará don Salvador,
que ha montado en esos vehículos. Esa diablura la han puesto
los ingleses entre un pueblo que llaman Liverpool y otro que
nombran Manchester. Dice don Salvador que aquello es volar.
— ¡Volar! ¡Soberbia cosa!... —exclamó Sola con entusiasmo—.
Decir «quiero ir a tal parte ahora mismo», y...
—Y salirse uno con la suya. Pues, te diré: no hay caballos.
Todo aquel rosario de coches está movido por un endemoniado
artificio o mecanismo, que tiene dentro fuego y vapor, y
sopla que sopla, va andando. Yo no sé cómo es ello. Me lo ha
explicado don Salvador; pero no lo he podido entender.
— ¿Y esa manera de ir acá y allá no se pondrá en otras
partes?
—Sí, dice nuestro amigo que se va extendiendo; que en
Inglaterra están haciendo más de esos benditos caminos de
hierro, y que en Francia, van a empezar a ponerlos también.
— ¿Y en España, ¿no los pondrán?
Cordero dio un suspiro.
— Ahora va a empezar una guerra, si Dios no lo remedia —
dijo melancólico.
— Cuando concluya...
— Quizás empiece otra... Pero, al fin y al cabo, también
tendremos aquí esos caminitos, aunque sólo sea para muestra.
Don Salvador dice que se extenderán por toda la tierra, y
que hasta las regiones más incultas llegará esa máquina que
corre a soplos.
UN FACCIOSO MÁS… Y ALGUNOS FRAILES MENOS
Episodios Nacionales, 20 / Segunda serie
(Alianza Editorial S. A., Madrid, 2019, págs. 155-156)
Obra completa disponible en http://www.cervantesvirtual.com