En un acto singular, Marshall cautiva a una numerosa audiencia
- El Salón de Actos del Museo se llenó de vapor
El pasado viernes 28 se celebró en el Museo del Ferrocarril de Madrid la conferencia del fotógrafo Lawrence Marshall. La expectación que había despertado la convocatoria fue correspondida con una gran asistencia, pues el Salón de Actos estaba al completo.
Carlos Abellán, director del Museo, presidió la conferencia, dando la bienvenida a todos los asistentes y haciendo pública su enorme satisfacción de contar con una de las personas que más han contribuido a mantener el legado histórico del ferrocarril en nuestro país. Mérito incrementado, en este caso, por tratarse de un británico.
Abellán, que recordó con emoción y satisfacción que su amor por el ferrocarril se inició, precisamente, con un libro de Marshall, recalcó la trayectoria de este fotógrafo inglés. No deja de ser curioso que, habiendo estado relacionado profesionalmente tan sólo durante un año con el ferrocarril (a través de la Hudswell, Clarke and Company Limited), acabase siendo uno de los más afamados divulgadores de este medio de transporte, y, en especial, de su auténtico icono: las locomotoras de vapor.
Tras una breve pero imprescindible introducción de Pedro Pintado, Marshall cautivó al público asistente con la proyección de más de un centenar de diapositivas, que, mediante un orden personal, recogían el esplendor del parque de locomotoras de vapor del ferrocarril español. “Mikados”, “Garrafetas”, “Santafés”, “Confederación”, máquinas de vía ancha, de vía estrecha, etc., fueron sucediéndose pausadamente durante más de una hora. Todas ellas hacían reconocible las principales publicaciones del autor: Steam on the RENFE (1965), RENFE Steam Remembered (1998) y Spanish Narrow Gauge Steam Remembered (1999), las dos últimas ediciones bilingües.
El acto finalizó cuando Ángel Maestro y Fernando Fernández Sanz, auténticos pata negras –en palabras de Abellán– de la erudición ferroviaria, le hicieron entrega de un obsequio en nombre del Museo. Por supuesto, hubo un epílogo cuando muchos de los asistentes se acercaron al autor a pedirle que le dedicase alguno de sus libros.