A pesar de que
en el siglo XIX el acto de viajar no se consideraba un acto
propio de las mujeres, éstas rompieron los convencionalismos
e hicieron suyos los espacios ferroviarios. El relato
histórico no ha dejado muchos testimonios de esta presencia,
sin embargo, las imágenes y las fuentes literarias nos
permiten visibilizar a las mujeres que desde los inicios del
ferrocarril hasta hoy hicieron del tren una habitación
propia.
Esta exposición está dividida en dos partes, en la primera
se ofrecen algunas pinceladas sobre el acto cotidiano del
viaje, los espacios, los preparativos, los escollos y las
ventajas de viajar en tren. Para ilustrar este recorrido se
han seleccionado algunas imágenes de las colecciones
fotográficas que se conservan en la Fototeca del Archivo
Histórico Ferroviario y del Museo del Ferrocarril de Madrid.
En la segunda parte se refleja la presencia de las viajeras
a través de una mirada artística y literaria, para ello se
ha seleccionado una muestra de las fotografías presentadas
al concurso fotográfico Caminos de Hierro por algunas
fotógrafas. Las imágenes se acompañan con una selección de
textos en las que algunas de las escritoras españolas más
conocidas del siglo XIX, Emilia Pardo Bazán, Carmen de
Burgos o Concha Espina, entre otras, testimoniaron sus
viajes en tren por nuestro país y por el extranjero.
Créditos:
Textos y documentación: Ana Cabanes, Lydia Díaz, Raquel
Letón y Leticia Martínez
Diseño Web: Jose Mariano Rodríguez
Imágenes: Archivo Histórico Ferroviario, Museo del
Ferrocarril de Madrid, Caminos de Hierro
Bibliografía: Biblioteca Ferroviaria. Museo del Ferrocarril
de Madrid
Son muchas las cuestiones que hay que tener en cuenta para analizar el fenómeno viajero desde una perspectiva histórica y de género. Hasta el s. XX las mujeres estaban relegadas al ámbito doméstico, sin embargo, algunas de ellas rompieron estas barreras entre lo doméstico y lo público en numerosas ocasiones, como ocurrió en el caso de las viajeras. La aparición del ferrocarril permitió la movilidad colectiva y fueron muchas las que utilizaron el tren para viajar, algunas eran migrantes, otras lo hicieron por temas laborales, otras viajaban por cuestiones de salud y muchas por ocio.
Tarjeta postal con una vista de la estación de Bayona. París, Collection Gorce, édit., ca. década 1900. Signatura: RIFF-0180. AHF-MFM.
Un tema fundamental es la dificultad para encontrar las fuentes que testimonien que las mujeres fueron viajeras en tren. Las compañías ferroviarias no llevaban un registro nominativo de pasajeros y, por tanto, es difícil tener datos cuantitativos. Una fuente para abordar la cuestión son los relatos o diarios de viaje escritos por mujeres. El número de mujeres que escriben relatos de sus viajes es mucho menor que el de los hombres y, además, no eran publicados. Muchos están escritos en forma de cartas y de diarios, y tienen, por tanto, una distribución interna.
Viajeras en el interior de un automotor térmico diésel TAF de la serie 595 de RENFE. Dirección Comercial RENFE, ca. década 1950. Signatura: ADC-1200. AHF-MFM.
Este hecho hace que los relatos y escritos de las mujeres, al menos hasta el siglo XIX, condenen a la invisibilidad a las viajeras porque no será hasta la contemporaneidad cuando se dediquen a este campo literario. Cuando se publicaban muchas lo firmaban con pseudónimos. Y, en todo caso, hay que advertir que las pocas pinceladas que tenemos sobre su presencia como viajeras del tren se reducen a las escritoras de la clase alta. El relato está incompleto.
Viajeras saliendo de los andenes de Cercanías de Madrid-Príncipe Pío. Vicente Garrido, 1954. Signatura: VG_IF_0286. AHF-MFM.
En los inicios del ferrocarril, las mujeres que viajaban sin compañía masculina sólo podían hacerlo en los espacios reservados para ellas si no querían asumir los posibles riesgos que podía acarrear no seguir esta norma. Las compañías ferroviarias hicieron distinción de género en los espacios de viaje, en el Reino Unido, en 1845, se introdujeron los compartimentos exclusivos para mujeres, algo que perdurará durante todo el siglo XIX. Sin embargo, parece que estos espacios no tuvieron mucha aceptación. En 1888 la Compañía Great Western Railways provisionó 1.000 asientos reservados para mujeres y sólo se usaron 248.
Ilustración tomada de Cien años del Ferrocarril en España. Comisión Oficial para la Conmemoración del Primer Centenario del Ferrocarril en España. Madrid: Imp. Magisterio Español, 1948. Signatura: IIIF 051. BF-MFM.
En España, tal como se reseña en la Guía de horarios de ferrocarriles del año 1903, también existieron estos compartimentos reservados, en cuya puerta figuraría el tarjetón de «Reservado de Señoras». Este departamento se habilitaría en todos los trenes que dispusieran de coches de 1ª clase. Tal era la privacidad de este departamento que ni siquiera los interventores podían acceder a él, a no ser que fuera por petición de auxilio de las interesadas o ante una incidencia importante. Como remate, un curioso punto, en letra pequeña se indicaba que no se consideraría “mujer sola” a aquella que viajara con niños mayores de tres años (con esa edad ya se pagaba también medio billete).
Tarjeta postal con una vista de una viajera en el interior de un coche de viajeros. Fototipia Hauser y Menet, Madrid, ca. 1902. Signatura: TP-VA-1132-04. AHF-MFM
El estatus económico daba más posibilidades de viajar en reservados que no fueran específicos para mujeres, ya que todas las compañías ofrecían un abanico de posibilidades para viajar con mayor confort y menos compañeros de viaje en coches y asientos de lujo. Entre las opciones se encontraban las berlinas-camas, las camas-tocadores, coches-salones y coches tocadores-camas, el alquiler de compartimentos ordinarios completos o asientos de butaca cama. Todas estas posibilidades se ofrecían en el año 1903 a los viajeros que pudieran adquirir billetes de 1ª clase con recargo y pago de cantidades extras.
Ilustración tomada de Cien años del Ferrocarril en España. Comisión Oficial para la Conmemoración del Primer Centenario del Ferrocarril en España. Madrid: Imp. Magisterio Español, 1948. Signatura: IIIF 051. BF-MFM.
En la Conferencia Ferroviaria que se celebró en el año 1905, dos ponentes, Mariano Belmes y Constantino Rodríguez, señalaron las extremadas diferencias que existían en las categorías de los coches de viajeros. Se quejaron de la existencia de trenes que sólo llevaban coches de 1ª clase y que fueran más rápidos. Los viajeros defendían que la diferencia de la categoría del billete debía afectar sólo a la comodidad del viaje, pero no a la velocidad del mismo. Aunque esto fuese así para los trenes de lujo, no debería afectar a los expresos. También sugerían que era inhumano que los coches de 2ª y 3ª clase carecieran de calefacción, ventilación y cortinas, y que, por consiguiente, los viajeros se helaran en invierno y se asfixiaran en verano.
Ilustración tomada de Cien años del Ferrocarril en España. Comisión Oficial para la Conmemoración del Primer Centenario del Ferrocarril en España. Madrid: Imp. Magisterio Español, 1948. Signatura: IIIF 051. BF-MFM.
Los ponentes se hicieron eco de las diferencias sociales que generaba el hecho de que sólo los coches de 1ª clase tuvieran reservados de señora: “es inhumano también que la mujer sin recursos, que al fin y al cabo no por carecer de ellos deja de ser mujer, no pueda tener, como la adinerada, un compartimento que, aunque no sea cómodo pueda estar en el libremente, correspondiendo así a las necesidades propias de su sexo”.
Ilustración tomada de Cien años del Ferrocarril en España. Comisión Oficial para la Conmemoración del Primer Centenario del Ferrocarril en España. Madrid: Imp. Magisterio Español, 1948. Signatura: IIIF 051. BF-MFM.
Estos reservados no eran seguros al cien por cien y la prensa de la época se hizo eco de algunos asaltos sufridos por viajeras en estos reservados. En la Gaceta de los Caminos de Hierro del 3 de octubre de 1869 se narraba, por ejemplo, un asalto ocurrido en un reservado de señoras de un tren correo: las viajeras aseguraron la puerta “atando uno a otro los tirantes de los cristales de ambas portezuelas con la correa que sirve ordinariamente para liar las mantas de viaje. Aunque es más sencillo y seguro que las empresas provean los carruajes reservados de pestillos interiores, creemos hacer un servicio a las viajeras poniéndolas en guardia contra tan inoportunas visitas nocturnas…”.
Reproducción del grabado iluminado titulado “Chulerías”, con viajeros en el interior de un tranvía urbano. Dibujo: Teodoro Gascón Baquero, ca. década 1900. Signatura: IG_00413. AHF-MFM.
Aunque en los orígenes el espacio del tren era todo uno, con zonas segmentadas por tipo de billete, a partir de la década de 1860 se generalizaría la división de los convoyes de trenes en varias clases de coches de viajeros, 1ª, 2ª y 3ª. La división del espacio de los trenes creará una jerarquía en la que la diferenciación vendrá dada, especialmente, por el confort en el interior del coche.
Tarjeta postal con una vista de una pareja de viajeros en un coche de viajeros de 1ª clase de dos ejes y estribo lateral. Unión Postal Universal, ca. década 1900. Signatura: FP_0577. AHF-MFM
Uno de los aspectos que limitaron la presencia de las mujeres en los viajes en tren, especialmente en los de largo recorrido, es que los espacios de viaje eran espacios libres en los que los viajeros podían contactar entre ellos. Por tanto, las mujeres viajeras podían mantener, sin ningún impedimento, una relación directa con sus compañeros masculinos de viaje y esto chocaba con las costumbres de la sociedad patriarcal del siglo XIX.
Viajeros en el patio de carruajes de la primera estación de Madrid-Príncipe Pío. Foto: Juan Salgado Lancha, ca. 1882. Signatura: MZA-3604-IF. AHF-MFM.
Hasta las primeras décadas del siglo XX, las mujeres de clase alta viajaron en los espacios reservados según su género y clase social, y, sólo en los espacios comunes, como los coches restaurante o los coches salón, se relacionaban con el resto de los pasajeros.
Ilustración tomada del libro Histoire de la locomotion terrestre. Les chemins de fer. París: L’Illustration, 1935. Signatura: GF 085. BF-MFM.
La estrecha regulación de la feminidad que el discurso oficial burgués occidental asentó en el siglo XIX, hizo que pronto, se manifestara la resistencia a que las mujeres accedieran a ese mundo de placer y erotismo que proporcionaba el viajar. Pero los viajes sirvieron de liberación para estas mujeres, aunque sus contemporáneos los consideraban como inusuales e inadecuados para las mujeres, ya que su lugar natural era el hogar, en lo privado, en su casa.
Grabado iluminado, titulado “Madrid: regreso de expedicionarios veraniegos”. Publicado en Revista La Ilustración Española y Americana en 1873. Signatura: IG-0424. AHF-MFM.
Los trenes eran considerados espacios públicos, por ello surgieron libros en los que se recogían algunas notas de protocolo en el viaje. Eran manuales en los que se explicaba, por ejemplo, qué ropa había que llevar para el viaje, cómo hacer un equipaje o qué papel tenían que ejercer las mujeres durante el viaje. Esto generó una abundante bibliografía, y llenó muchas páginas de revistas de moda.
Viajeros en el andén de la estación vieja de Algodor. Foto: Andrés Ripollés y Baranda, ca. 1900. Signatura: RI-5-IF-06. AHF-MFM.
Estos libros recomendaban las reglas de cortesía que debían seguir con el resto de los viajeros. Esto indicaba la fuerte influencia que la clase social tenía en los compartimentos durante el viaje y servía para mostrar una conducta adecuada que era muestra, en definitiva, del estatus social de esas viajeras.
Grabado en blanco y negro de la estación de Charing Cross en Londres. Biblioteca Nacional de París, ca. s. XIX. Signatura: RIFF-0217. AHF-MFM.
En la sociedad victoriana el papel de la mujer era importante en cuanto a la etiqueta. En sus hogares eran responsables de organizar actos sociales y se esperaba que ellas tuvieran ese mismo papel cuando viajaban a bordo de un tren; se consideraba como una obligación el hecho de socializar con sus compañeros de viaje, especialmente en trayectos largos.
Grabado. Dibujo en blanco y negro titulado “Madrid: salida de un tren de la estación del Norte, con expedicionarios para los sitios reales”. Méndez Bringas. Publicado en: La Ilustración Española y Americana, Año XXXII, n. XXXIII, Madrid, 8 de septiembre de 1888. Signatura: IG 0442. AHF-MFM.
Se ponía especial atención a los encuentros entre hombres y mujeres para extremar el cuidado en las normas de la moralidad y guardar las normas en relación con el flirteo y los romances. Las normas establecían que las mujeres no debían mostrar un comportamiento demasiado familiar con hombres desconocidos, mientras para ellos no se establecía norma alguna. Sin embargo, si viajaban acompañadas por un hombre debían tener un comportamiento familiar.
Tarjeta postal con una vista de una pareja en actitud romántica en el interior de un coche de viajeros de 2ª clase. Phototypie A. Bergeret et Cº, Nancy (Francia), ca. década 1900. Signatura: TP- MR-0658-08. AHF-MFM.
En los siglos XIX-XX hubo una percepción de los viajes en tren como un espacio para los romances y el problema que esto suponía para algunas mujeres a la hora de viajar. La literatura ayudó a dar esta imagen del viaje como un tiempo/espacio de romance. Las compañías no dejaron escapar esta oportunidad para su publicidad, y, así, las mujeres “guapas” y “elegantes” se convirtieron en un reclamo para la oferta de viajes. Los espacios ofrecían una oportunidad para romper los convencionalismos y encontrarse con pasajeros de todas las clases sociales.
Viajeros en el interior de un coche de viajeros de 1ª clase de la Compañía Wagons Lits. Dirección Comercial RENFE, ca. década 1940. Signatura: ADC-0327. AHF-MFM.
La literatura también utilizó el ambiente de los trenes como escenario para los relatos en los que este espacio se convertía en un lugar de peligro sexual y psicológico para las mujeres. La oscuridad del paisaje o los túneles facilitaban que las mujeres fueran víctimas de ataques y robos. La prensa contribuyó con noticias sensacionalistas a difundir esta creencia. En The Times aparecieron noticias sobre estos ataques.
Tarjeta postal con una vista de una viajera en el interior de un coche de viajeros, y un esqueleto representando la muerte. Fototipia Hauser y Menet, Madrid, ca. 1902. Signatura: TP-VA-1132-04. AHF-MFM.
La creencia en la amenaza de la violencia física y sexual que el espacio público suponía para las mujeres que usaban los transportes, tanto en pequeños desplazamientos, como en los viajes largos, privaron a muchas de ellas de la posibilidad de viajar en tren.
Viajeros consultando los paneles y tablones de información de la estación de Madrid - Príncipe Pío. Dirección Comercial RENFE, 1941. Signatura: ADC-0962. AHF-MFM.
Lo más significativo del viaje después de 1870 fue la naturaleza del mismo como una experiencia, y por ello, las empresas de transporte se lanzaron a ofrecer auténticas experiencias. Aparecerán los trenes de lujo que ofrecían un nivel de confort desconocido hasta entonces; eran hoteles sobre ruedas.
Sofía Loren en el interior de un coche de viajeros de la Compañía Internacional Wagons Lits, detenido en la estación de Madrid - Príncipe Pío. Manuel Cuenca, 1956. Signatura: CU-0105. AHF-MFM.
Otra innovación fundamental para las viajeras de clase alta fue la aparición de las agencias de viajes que facilitaron toda la planificación y tramitación comercial. El ejemplo más conocido es el de la agencia Thomas Cook, fundada durante la década de 1840. Estas agencias solventaron muchos de estos problemas y ayudaron especialmente a las mujeres viajeras. Thomas Cook puso en marcha los tours o viajes organizados, que la empresa vendía como los más apropiados para mujeres que viajaran solas. En España operaron con las compañías ferroviarias.
Viajeros en el interior del coche panorámico del Talgo II. Manuel Cuenca, década 1950. Signatura: F_0236. AHF-MFM.
Las empresas de transporte ferroviario empezaron a utilizar la imagen de las mujeres viajeras como reclamo para sus servicios, sobre todo desde finales del siglo XIX. Transmitían las imágenes de viajeras que representaban el glamour y o exotismo. A medida que las mujeres fueron incorporándose a otras tareas a nivel académico y laboral, las empresas ferroviarias reflejaron este cambio en sus anuncios publicitarios con la presencia de mujeres elegantes, jóvenes y bellas.
Viajeros almorzando en el interior de un coche Talgo II. Desconocido, década 1950. Signatura: FAT_008-165. AHF-MFM.
Sin embargo, las mujeres de clase trabajadora no figuraban en la publicidad de las empresas ferroviarias, ya que preferían representar el viaje como una experiencia lujosa y refinada que no estaba al alcance de todo el mundo. Las compañías querían enfatizar que sus viajeras eran mujeres modernas. Entre 1870 y 1940 se entendió como una nueva edad en la que las mujeres eran invitadas a participar en esta nueva modernidad.
Viajeras en la estación de San Pedro del Ferrocarril de Langreo. Carlos Diego Wyrsch-Güyer, 1955. Signatura: FN_WY_1774. AHF-MFM.
Alice Leone-Moats, periodista americana, escribía en la década de 1930 “el viaje es una ciencia que se perfecciona con el tiempo y la experiencia por lo tanto hay que experimentar los viajes, repetirlos y convertirlos en hábito e indicaba que comprar billetes, hacer baúles y todos los demás detalles de un viaje forman parte de la educación de una persona”.
Vista de la estación de Madrid-Atocha y numerosos viajeros con maletas y equipajes y un carruaje tipo ómnibus dirigiéndose a ella. Tarjeta postal realizada a partir de un dibujo firmado por Chacón Montero. Signatura: TP-IF-0195. AHF-MFM.
El equipaje fue una cuestión que preocupaba a las mujeres viajeras y esto se reflejaba en la literatura de viajes. Emilia Pardo Bazán en su libro de viajes Por Francia y por Alemania, publicado en 1890, reflexionaba sobre el atuendo adecuado que ha de vestir el cuerpo de la mujer que viajaba. Defendía el traje partido o “divided skirt”, amparándose aparentemente en el pragmatismo anglosajón de la comodidad que representaba: “cuya creación (…), se debe a la necesidad en que se ven muchas norteamericanas de andar aprisa y no enredarse en las enaguas cuando suben a tranvías, coches y barcos de vapor (…). Si a esta condición de resguardar la honestidad se añade la de la baratura, abrigo, ventajas higiénicas y gusto estético, insisto en que no veo motivo de escandalizarse”
Tren correo en la estación de Jabugo de la línea de Zafra a Huelva. Gustavo Gillman Bovet, 1900. Signatura: FF_3379. AHF-MFM.
El equipaje de pañuelo o de hatillo, somero y elemental prevaleció durante un tiempo entre las viajeras. La elección del pañuelo constituía un signo de elegancia por su tejido y su dibujo, por su seda o sus coloridos. El cesto era equipaje de plebeyo y masculino; las mujeres no llevaban cestos. Aunque en los años 1940-1960 se volvió a hacer habitual entre las viajeras que se dirigen desde sus hábitats a los pueblos o ciudades colindantes. Junto a los grandes baúles, el cabás, la capotera y la sombrerera también formaron parte del equipaje habitual. La historia del equipaje está asociada a la historia del traje y, según se ha ido haciendo más liviana la vestimenta, así ha evolucionado el equipaje; y ha permitido acomodar el acto de viajar.
Tarjeta postal con una vista de una viajera esperando el tren en la estación de Roanne. Midas, ca. 1900. T.C., Madrid, ca. 1900. Signatura: TP-VA-1040. AHF-MFM.
El ferrocarril, que propició la movilidad a larga distancia, fue, junto con los barcos el medio utilizado por muchas mujeres para emigrar y buscar mejores condiciones de vida. La visibilidad social de las mujeres inmigrantes continúa siendo escasa en relación con la visibilidad social de los hombres inmigrantes. Durante mucho tiempo ha persistido el mito de que las mujeres no emigraban y que si lo hacían era por su papel de acompañamiento, debido a su identificación con las tareas reproductivas, al hombre se le asociaba con las tareas productivas.
En Reino Unido en 1841 el 39% de los migrantes eran mujeres. Algunos cálculos estiman que 156.666 mujeres británicas se trasladaron a las colonias entre 1899 y 1911. Estos datos confirman que las mujeres participaron del movimiento migratorio general que se produjo entre finales del siglo XIX y principios del XX.
Ilustración tomada del libro Histoire de la locomotion terrestre. Les chemins de fer. París: L’Illustration, 1935. Signatura: IIIF 051. BF-MFM.
Entre las décadas de 1950 y 1970 se produjo en España un importante éxodo desde los pueblos hasta las grandes ciudades, y muchas mujeres salieron desde sus lugares de origen para buscar trabajo en la industria o en el servicio doméstico. La literatura nos ha dejado testimonio de esos viajes en tren. Pero además hay que apuntar que, en las grandes ciudades, estas mujeres y sus familias se asentaron en las afueras y, por tanto, en esos desplazamientos fueron llenando los trenes de cercanías para sus traslados habituales de corta distancia.
Viajeras y azafata de RENFE del TER (Tren Español Rápido) de la línea Madrid – Lisboa. Delapeña, ca. 1969. Signatura: FD_10034. AHF-MFM.
En España, durante la década de 1960, se registró un importante movimiento migratorio desde Andalucía hasta Cataluña, donde la oferta industrial y de empleo resultaba un reclamo para muchas mujeres. El viaje se realizaba por ferrocarril en un tren conocido como “el Sevillano”. Ángeles González Alba, natural de Ronda (Málaga), llegó a Barcelona en 1966 en este tren, que salía de Sevilla a las 10:00 h. de la mañana y llegaba a Barcelona a las 12:00 de la mañana del día siguiente. Cuenta la viajera, “si conseguía un asiento en algún coche, te sentabas sino derecha a la plataforma o al pasillo y de vez en cuando reposabas sobre la maleta. Las maletas eran de madera, atadas con cuerda. Los viajeros llevaban además cestas y cajas de cartón. Los coches estaban sucios, olían a sudor y a pises. En el suelo pieles de naranja y otras basuras”.
Viajeros esperando en el andén de una estación sin identificar con gran cantidad de equipaje. Dirección Comercial RENFE, 1943. Signatura: ADC_0337. AHF-MFM.
A partir de la década de 1960 con la extensión del turismo, los viajes se democratizan y se hacen más igualitarios. Las mujeres hacen del viaje un acto cotidiano y su presencia en los trenes se naturaliza. En el caso del largo recorrido, los viajes en grupo son una costumbre extendida entre las mujeres. Para las mujeres que viajan solas, viajar ha sido, y sigue siendo, difícil, y en ocasiones obliga a dar demasiadas explicaciones.
Viajeros en un coche de 1ª clase de la Société Nationale des Chemins de Fer Françaises (SNCF). Fondo Talgo. Ca. 1980. Signatura: FDT_00759. AHF-MFM.
En un estudio realizado por Renfe en el año 1986, las mujeres ofrecieron algunas pautas sobre su imagen del tren, valorando el contacto con otros viajeros, la diversidad de horarios, o la oferta turística diversa, entre otros. Algunas de sus opiniones fueron: “El tren es como salir de la rutina, de la ciudad donde vives, el sitio donde estás, ya salir es algo diferente”. “El tren permite el viaje intimista, una misma con la lectura, el paisaje, la música”. “Sugiere la idea de refugio frente al peligro exterior”. “Facilita la interacción con los demás viajeros debido a la configuración del tren”. “Sitúa al viajero en una posición activa porque puede moverse”.
Pero a pesar de todos los avances que se han venido incorporando, existen ejemplos que nos hablan de haberse producido una regresión. En algunos países, debido a la falta de seguridad, se han visto obligados a instalar y poner en marcha compartimentos exclusivamente para mujeres. En el año 2016 la compañía de trenes regionales de Alemania central (MRB), generó una polémica al anunciar que una de las líneas de Sajonia ofrecería un nuevo servicio en sus trenes: dos compartimentos exclusivamente para mujeres que viajasen solas o acompañadas de niños pequeños. El fin según la compañía era reforzar el confort y la seguridad de las pasajeras.
Viajeros en un coche de viajeros de una composición Talgo III. Fondo Talgo. 1964. Signatura: FDT_01338. AHF-MFM.
Después de Japón, India se sumó a los trenes exclusivos para mujeres. También en México y en Turquía hay iniciativas parecidas. Una medida insuficiente, pero que pretende llamar la atención sobre el acoso y los abusos que se producen en los convoyes indios, casi siempre atestados de pasajeros. Al contrario que en Japón, donde al convoy se le añaden coches exclusivos para las mujeres, el Gobierno indio ha puesto en circulación trenes enteros que, además, van fuertemente protegidos por una fuerza policial femenina. La medida ya fue adoptada, de forma experimental, en 1950 por la compañía de tranvías de Calcuta. Los trenes para mujeres son fácilmente identificables puesto que están adornados con motivos florales muy coloristas.
Viajeros en el interior de un coche Club de una composición AVE serie 100. Foto: MAN, década 1990. Signatura: FD_07384. AHF-MFM.
Según un estudio de Women4Climate. A gender perspective in urban mobility. Barcelona`s plan for Justice 2016-2020, las mujeres usan menos el coche privado en sus desplazamientos, utilizan más el transporte público, y caminan más que los hombres. Sus itinerarios no están, además, tan relacionados con el trabajo como los de los hombres, sino con diferentes tareas asociadas a la unidad familiar: visitar parientes dependientes, recoger a los niños en el colegio o ir a comprar. El modelo de movilidad implica el modelo de ciudad. Los desplazamientos femeninos son más cortos y en más de la mitad de los casos se circunscriben al distrito de residencia.
Según un reportaje de la revista Tráfico y Seguridad Vial, la movilidad de las mujeres se distribuye de la siguiente manera: en coche 6 de cada 10 son varones; en moto, solo conducen 2 mujeres de cada 10; y en bici, solo se verán a 3 mujeres de cada 10. Pero en la acera 6 de cada 10 peatones son mujeres. En autobús son 7 de cada 10 usuarios; y en metro y cercanías, tranvías…, 6 de cada 10. El Observatorio de Movilidad Metropolitana 2017 reunió datos de veinte ciudades españolas, y en todas, la mujer destaca como usuaria de transporte público. En Madrid superan a los varones en un 9%; en Barcelona en un 4%; y en Málaga o A Coruña los duplican (33% varones-67% mujeres). A nivel de larga distancia está difícil “El perfil global de los clientes de Ave y Larga Distancia revela una ligera prevalencia de las mujeres. Así, en 2019 el 47,5% de los viajeros fueron hombres, frente al 52,5% de mujeres”.
Viajeros en los andenes de la estación de Madrid-Príncipe Pío. Década 1990. Signatura: FD_06054. AHF-MFM.
“Cierro la puerta de mi departamento y el mundo se cierra tras ella. De pronto nadie existe ya; tan sólo mi equipaje, la novela largamente elegida, el camisón favorito, los cigarrillos. Duermo como un lirón. El tren me acuna suave o salvajemente y me siento ajena a la terrible cuestión de si mi cama está o no sobre las ruedas. No sólo el movimiento, sino también el ruido me adormece y aquieta. Recuerdo que, en varias ocasiones, hace ya bastantes años, el revisor tuvo que avisarme repetidamente habiendo llegado a mi punto de destino, Y viajaba en litera. Ahora no suele ocurrirme. Pero cuando suena el timbre o me aporrean la puerta indicándome que está cercana y a mi parada me sobreviene una clara sensación de tristeza ante el final previsto”.
El tren: una clara adicción y seis razones desiguales. Ana Puértolas. En Viajeros al tren. Barcelona: Lunwerg, 1988.
Viajera en el interior de un automotor diésel 595 TAF de RENFE. Juan B. Cabrera, 1963. Signatura: FN_07276. AHF-MFM.
Algunas de las escritoras españolas del siglo XIX y principios del XX publicaron libros de viajes o artículos de prensa en las que reflejaron los ferrocarriles de su época y las vicisitudes que, como mujeres viajeras, tuvieron en sus viajes: Carmen de Burgos, Carolina Coronado, Emilia Pardo Bazán, Concha Espina, Matilda Betham-Edwards. A estos fragmentos les acompañan las fotografías presentadas al Concurso de fotografía Caminos de Hierro, por mujeres fotógrafas que cruzaron su objetivo con algunas viajeras.
“Va en nuestro vagón una dama anciana, de noventa años que se dirige a Malmo. Es una ancianita delgada, acortada, alta, que conserva una gran nobleza en las facciones y unos ojos claros y dulces, que no se le han hundido en la órbita. Es una anciana ágil, vivaracha, de espíritu alegre, de esas que saben dar un encanto de simpatía y placidez a su ancianidad para despertar la ternura. Lleva muchas flores campestres que ofrece, y nosotras le cedemos el asiento de la ventanilla. Se la ve gozar de tal manera con la contemplación de la Naturaleza, que nos distraemos viendo el gozo de sus facciones, bañadas de una emoción pura casi infantil. Un milagro de simpatía nos hace entendernos conversando en idiomas tan diversos”. Mis viajes por Europa (Suiza, Dinamarca, Suecia, Noruega) Carmen de Burgos, 2ª ed. Madrid: V.H. de Sanz Calleja, 191?. Biblioteca Nacional de España.
¡El tren! En el tren se aprende el valor del minuto. Aquí, donde la honradez y respeto de la gente es proverbial, hay en las estaciones mesas servidas a las que puede llegar el viajero, tomar por sí mismo lo que necesite y pagar lo que declare haber tomado. Cuando el tren se detiene en una de estas estaciones, los pasajeros parecen aves de rapiña que salen de sus agujeros y se lanzan sobre la presa. ¡Seis minutos! ¡Cuánto se come en esos seis minutos! ¡Cuánto puede hacerse en un minuto! En realidad, todas las cosas no tienen más que un minuto. No sé por qué al pensar en el minuto se piensa siempre en el su único hijo del Credo de los sentenciados. Mis viajes por Europa (Suiza, Dinamarca, Suecia, Noruega) Carmen de Burgos, 2ª ed. Madrid: V.H. de Sanz Calleja, 191?. Biblioteca Nacional de España.
En Gotemburgo, la ciudad comercial por excelencia, han subido a nuestro vagón dos señoras alemanas que hablan francés y como la inefable viejecita pone una nota cordial en el vagón, todas hablamos. Estas señoras me dicen que van a Hamburgo, y que tienen miedo de que con la movilización de las tropas no circulen los trenes. Yo les manifiesto la dificultad que hay para mí en este tiempo anormal, no poseyendo el idioma, y se ofrecen amables a servirme de intérpretes. En la estación de Malmo compro periódicos ilustrados, y me entretengo en verlos grabados, todos bélicos, de guerreros, de cañones, de barcos. Las damas me hacen muchas preguntas acerca de mi viaje. Tenían la idea de que las españolas no viajaban solas. Mis viajes por Europa (Suiza, Dinamarca, Suecia, Noruega) Carmen de Burgos, 2ª ed. Madrid: V.H. de Sanz Calleja, 191?. Biblioteca Nacional de España.
Hay un momento de pánico en la estación de llegada, cuando es preciso llamar al mozo para que baje los equipajes, y no se sabe cómo decir mozo en sueco o en danés…No hay nada más cómico que los manuales de conversación donde se ha previsto todo cuanto puede tener necesidad de hablar el viajero, hasta el decirle a una compañera de viaje: “¡Que hermosos ojos tiene usted!” ¿Habrá quien utilice esa pregunta? Tal vez sí; si hay aquí, como en nuestra tierra, gentes que hacen algo de fiesta y de excepción en un viaje por tren, y han leído los antiguos novelistas para creerse obligados a tener su aventura de viaje. Para muchos hombres sería vergonzoso un viaje sin su aventura. Mis viajes por Europa (Suiza, Dinamarca, Suecia, Noruega) Carmen de Burgos, 2ª ed. Madrid: V.H. de Sanz Calleja, 191?. Biblioteca Nacional de España.
“Voy Emilio, a emprender un viaje al que llamo paseo, porque en una época de movimiento como la nuestra, en que se va a San Petersburgo como antes se iba a Carabanchel para tomar el fresco; en una época en la que se embarca para la China un aficionado al buen té por el sólo capricho de beber una taza con su aroma primitivo, sería pomposo el título de viaje, aun cuando me propusiera recorrer toda Europa”. Un paseo desde el Tajo al Rhin descansando en el Palacio de Cristal. Carolina Coronado.
Vivísimo deseo tenía yo de viajar en ese elemento que tan magnífico me había parecido el día de la inauguración cuando pasó arrebatando a un trono y a un congreso para transportarlo a Aranjuez en menos de sesenta minutos. Todo había contribuido el día de la inauguración a hacerme formar una grata idea de las locomotoras, y me decidí a hacer mi viaje al segundo día. Pero llegué medio minuto después de haberse cerrado el despacho de billetes y tuve que renunciar a mi deseo, quedando no obstante encantada del orden y método de un establecimiento donde se apreciaba medio minuto. Ahora, mi querida amiga, madrugué un poco más y llegué al embarcadero a las once y media. A las doce y media debía salir el último convoy, y mi proyecto era almorzar en Aranjuez y volver a las cuatro. Obra en prosa. Badajoz, Editora Regional de Extremadura, 1999. Carolina Coronado.
Sin que en ello vea nadie alarde de presunción, he de decir que, cuando a mí me ocurra en viaje alguna contrariedad, le ocurrirán a otros cientos, pues no solo tengo hábito de viajar, sino que mi costumbre de cobijarme en el departamento reservado para señoras me pone al abrigo de bastantes molestias. Así y todo, no hay viaje que no me ofrezca ocasión de comprobar abusos, desórdenes y deficiencias inconcebibles en un país que al fin está en Europa. El reglamento no es malo, pero no se cumple a rajatabla sino por la conveniencia de las Empresas. La vida contemporánea. De viaje. 3 de octubre de 1898. Emilia Pardo Bazán. Madrid, Hemeroteca Municipal, 2005.
Volviendo a los ferrocarriles (o ferros-carriles, como dicen muchas personas que la echan de finas), el reservado de señoras, a pesar de la familiaridad con que lo tratan los empleados, es todavía una isla de refugio, pero qué, ¿se ha de componer el mundo de gente acomodada que puede adquirir billete de primera? ¿Por qué no hay reservados en todas las clases, al menos en segunda, a ejemplo de Francia? ¿Es que no tiene pudor, es que no tiene decoro que guardar las mujeres desde el momento en que su bolsillo no les permite sufragar más que un billete de las clases inferiores? La moral ¿no debe conservar sus privilegios en todas las esferas sociales? La vida contemporánea. De viaje. 3 de octubre de 1898. Emilia Pardo Bazán. Madrid, Hemeroteca Municipal, 2005.
En España la afición a viajar sin objeto determinado, por el viaje sólo, no se ha difundido todavía. Causa cierto asombro que yo lo profese. Quizás no se explican que, por ver un edificio viejo, menos aún el lugar donde ocurrió un hecho memorable, donde surgió un recuerdo o se escribió una página de historia, ande nadie rodando por trenes y fondas y estaciones, gastando tiempo y dinero, y privado de esas comodidades de su casa sin las cuales mucha gente no comprende la vida. La vida contemporánea. De viaje. 16 de octubre de 1899. Emilia Pardo Bazán. Madrid, Hemeroteca Municipal, 2005.
…si el que me lee es persona capaz de entender fácilmente la Guía oficial de los Caminos de hierro, me inclino, le saludo. Me cuesta un trabajo desmedido relacionar los trayectos, y me equivoco frecuentemente al combinar las horas. No debe ser culpa de la Guía, sino, lo repito. De mi poca disposición para el manejo de ese mamotreto, no tan enrevesado, sin embargo, como el Guide Chaise, al cual puse el sobrenombre de libro de los Vedas. Parece que había un expreso a las nueve de la mañana; pero el tal expreso se me escabulló, y sólo me enteré de que salía el tren de la una de la tarde, mixto, por más señas, y sin otros coches que los de segunda y tercera clase. ¿Quién no se zafa de tan incómoda carretera y no aguarda al expreso de la noche? Me encontré, en Barcelona dueña de unas cuantas horas, nada difíciles de entretener en tan magnífica ciudad. La vida contemporánea. De viaje. 30 de octubre de 1899. Emilia Pardo Bazán. Madrid, Hemeroteca Municipal, 2005.
Instrucción, instrucción, instrucción, equidad, equidad, libertad, acceso a todo; que la mujer pueda hacer cuanto le permitan sus facultades, sin tropezar en preocupaciones ni en caprichosas trabas. La vida contemporánea. De viaje. 30 de octubre de 1899. Emilia Pardo Bazán. Madrid, Hemeroteca Municipal, 2005.
Mientras las mujeres se obstinaron en negarse a viajar solas, yo me resistí al sleeping. En efecto, el reservado de señoras iba siempre vacío y era infinitamente más cómodo que la reducida, ahogada y siempre demasiado aprovechada cabine. Pero cayeron al fin las señoras en que no las comía el coco aunque fueran solitas; se atesto también el reservado y no hubo más remedio, en el largo viaje a Galicia, que apechugar con el coche cama, so pena de ir una noche entera derechos como postes y cabeceando. La vida contemporánea. De viaje. 6 de julio de 1914. Emilia Pardo Bazán. Madrid, Hemeroteca Municipal, 2005.
Hoy debo tantas propiedades imaginarias a los alientos del ferrocarril, he trasvolado en él con tantas sensaciones de robusta vitalidad, que estoy perdida en mi asombro, temerosa de empobrecerme cuando me quede sola en tierra firme, cautiva entre las paredes de un vecindario en extremo noble y civil. Y permanezco regalada en mi trenecito fiel, este carro activo y sonoro que hace vibrar multitud de sugerencias en las vastas soledades de su tránsito, el que pone su estribo a ras de los andenes con un gesto de complaciente humildad y no se niega a las estaciones más ruines, como no rehúye el taladro de las montañas, la opresión abrupta de lo escarpado y mazorral, ni el acoso de las marejadas en sus mismos carriles. Caminos de hierro por la montaña y Asturias. Concha Espina. En Cien años de ferrocarril español. T. Madrid: Magisterio español, 1948.
Se inicia en nuestro grupo un tanteo de los equipajes y salen a flote las empanadillas de jamón, los emparedados de foie-gras, los hojaldres y el vino generoso, sin que no falte un termo con excelente café. Hemos cambiado algunos, cumplidos, como en España se usa con los demás viajeros que alternan en nuestro camino. Y nos disponemos a gozar de Asturias, penetrándola con los ojos y la imaginación, con el entusiasmo de nuestras admiraciones. Caminos de hierro por la montaña y Asturias. Concha Espina. En Cien años de ferrocarril español. T. Madrid: Magisterio español, 1948.
Dos billetes de primera clase para Burgos?”. (Dos billetes de primera a Burgos) repitió con asombro la joven que hacía de recaudadora en la estación de tren de Biarritz. ¡A Burgos! ¡A Burgos! “Si de verdad vas hasta Burgos”, dijo, con la misma mirada de absoluta sorpresa, “tengo que solicitar los billetes al jefe de estación. Tenga la bondad de sentarse y me encargaré de ello.”
Supusimos por el comportamiento de esta joven dama, y ??luego descubrimos que nuestra suposición era cierta, que es algo muy inusual que las damas viajen por España. Salvo una o dos excepciones, teníamos el coupé de señoras para nosotras de un extremo a otro de España, y lo encontramos muy cómodo viajando. Through Spain to Sahara. Matilda Betham Edwards. London, Hurst and Blackett, 1868.
Instantes del día a día. Estíbaliz Mugeta Pérez de Mendiola. Obra seleccionada 29º Caminos de Hierro. 2018.
“Viaja siempre con tu mejor ropa, y con media docena de baúles como mínimo”. El equipaje y la buena ropa sustituyen a un séquito de sirvientes. El equipaje y la buena ropa te aseguran buenos lugares, cortesía general y una infinidad de comodidades menores. El equipaje y la buena ropa serán tus ángeles guardianes dondequiera que vayas. Para los salvajes está muy bien viajar sin equipaje: los Grandees japoneses ni siquiera llevan pañuelos de bolsillo; pero si alguien quiere viajar de forma agradable y exitosa, que lleve un baúl de viaje bien pertrechado. Seguramente en ningún otro país, salvo en la paciente España, se habría permitido a dos señoras llenar el compartimento de primera clase de un vagón de tren de la forma en que lo hicimos nosotras. Through Spain to Sahara. Matilda Betham Edwards. London, Hurst and Blackett, 1868.